Tiger Woods: la felicidad de volver a ser
Tiger Woods quedó tirado en el minicampo de golf de su propia casa. HabÃa intentado un flop sobre la arena, pero el movimiento activó un dolor en su espalda tan insoportable que se cayó. Ni siquiera pudo gritar o pedir ayuda. Quedó con su cara y su cuerpo contra el césped, paralizado. No se podÃa reincorporar, no podÃa moverse, y como no tenÃa su celular encima, tampoco podÃa llamar. Estaba solo con el dolor. Y el dolor le estaba ganando.
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Después de casi una hora, su hija Sam llegó y, sin entender mucho qué estaba pasando, le preguntó: âPapá, ¿qué estás haciendo tirado en el suelo?â. Tiger vio en su hija el final del calvario.
âSam, gracias a Dios que estás aquÃ. ¿Puedes decirles a los chicos que están adentro para que saquen el carrito y me ayuden a retroceder?âle dijo.
â¿Qué pasa?
âMi espalda no está bien
â¿Otra vez?
âSÃ, otra vez, Sam. ¿Puedes por favor ir por esos tipos?
La escena la contó el golfista hace tres años, en una entrevista que le concedió al periodista y escritor canadiense Lorne Rubenstein para la Revista Time. En todo el largo rato que charló con Rubenstein en The Woods, su restaurant en Jupiter, Florida, Tiger tuvo una bolsa de hielo sobre su espalda. No soñaba con ponerse la chaqueta verde otra vez en Augusta, como sucedió el domingo: sólo soñaba con que sus dolores se atenuaran y le permitieran seguir jugando al golf.
Historia emotiva. La misma Revista Time que publicó esa entrevista dolorosa, esta semana definió la conquista de Woods en el Master de Augusta, once años después de su último Major y tras una década de escándalos y lesiones, como âla remontada más emocionante en la historia del deporte estadounidenseâ. El tigre americano, nacido en Florida y que con 32 años ya acumulaba 14 torneos grandes, volvió. Resucitó tras estar hundido.
Ya convertido en leyenda, habÃa intentaba volver al circuito en 2016, pero no podÃa consolidarse. Era un espejismo: estaba y no estaba. Su espalda lo traicionaba a cada instante. No se parecÃa en nada al hombre que en 1997 irrumpió en el imaginario estadounidense y mundial como la superestrella negra del golf, un deporte históricamente de blancos. Hasta que en 2018, de a poco, empezó a construir el regreso que coronó hace una semana.
La remontada de Tiger, una moraleja que meritócratas y motivadores emocionales podrán dar en el futuro, no sólo dejó atrás la separación con Elin Nordegren, la madre de sus dos hijos, sino una serie de lesiones con las que no podÃa lidiar. Y que lo dejaban, incluso en su casa, sólo con su propio abismo. âApenas podÃa caminar. No podÃa sentarme. No podÃa acostarme. Realmente no podÃa hacer casi nadaâ, contó el último domingo, después de ganar su quinto Master de Augusta (el último hace 14 años, en 2005).
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Los dolores lo llevaron al centro de los programas televisivos y de la prensa sensacionalista el 29 de mayo de 2017, hace menos de dos años, cuando la PolicÃa lo detuvo dormido contra el volante de su vehÃculo en Jupiter, cerca de su restaurant. En tiempos de noticias virales, la foto y el video de su detención recorrieron el mundo en pocas horas. Su cara, notoriamente desmejorada, sirvió para llenar horas de televisión y elaborar conjeturas en portales y diarios.
El informe policial era lapidario. Informaba que Woods habÃa sido detenido por âmanejar bajo los efectos de la droga o el alcoholâ y que era âincapaz de caminar por sà mismoâ. Pero la razón de ese suceso siempre estuvo en el dolor. Para calmar sus espasmos en la espalda, Woods era capaz de armar cócteles con Vicodin, Solax, Etorix y Viox, todos análgesicos que mitigaban su calvario pero también lo llevaban a dormirse.
Imagen y semejanza. Los estadounidenses ven en Woods una sÃntesis del ser nacional. Lo adoptaron como icono de lo que podrÃa pasarle a cualquiera. De ahà que desde que volvió al circuito, la audiencia televisiva aumentó sideralmente. Más que el golf, o que un campeonato de golf, en Estados Unidos importa que Tiger esté compitiendo. El año pasado, cuando obtuvo el segundo puesto en el PGA Championship, en Bellerive, la CBS Sports registró una suba del 73% en comparación con la de 2017. Ocho millones y medio de espectadores frente a los casi cinco millones que estuvieron frente a la pantalla el año anterior. Fue la cifra más alta desde 2009, cuando Tiger todavÃa estaba en la élite mundial.
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Quizás por esta razón, un comerciante de Wisconsin, James Adducci, apostó todo lo que tenÃa â¡85 mil dólares!â a que Tiger iba a ganar en Augusta. Fue con una maletÃn que habÃa comprado en un supermercado hasta las casas de apuestas, que pagaban 14 a 1. Algunas ni siquiera aceptaron su oferta. La casa de origen británico William Hill se la tomó. Cuatro dÃas después, cuando Tiger selló su renacimiento, Adducci ganó un millón doscientos mil dólares. âEstuve pensando mucho esto. Vi las performance de Tiger en el Tour Championship, y las cosas parecÃan salirle. Pero no era un tema estadÃstico para mÃ. El hecho de que iba a ser su primer Major frente a sus hijos me convenció de que lo ganarÃaâ, dijo Adducci. Se referÃa a Sam y Charlie. Adducci no sabÃa que Sam, hace apenas unos años, debió pedir ayuda porque Tiger, el hombre por el que él apostó, no podÃa levantarse del piso por el dolor.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.