Una luna de miel con los mercados que terminó hace un año
WASHINGTON.- El aniversario del inicio de la corrida cambiaria que enterró la economía en el pozo del que aún intenta salir ofreció ayer imágenes sacadas del archivo: el dólar dio un nuevo salto que lo llevó a rozar los $ 48 -luego cerró al público un poco por encima de $46-, un crudo recordatorio de la persistente desconfianza que ha azotado a la Argentina en el último año, fogoneada, ahora, por la incertidumbre sobre el futuro político.
El 25 de abril de 2018 comenzó el repliegue de los inversores luego de una extendida luna de miel del gobierno de Mauricio Macri con los mercados que alcanzó su punto máximo unos meses antes, en junio de 2017, cuando la Argentina sorprendió con la colocación de un bono a 100 años. Ese día, el riesgo país cerró en 402 puntos, y el dólar en las pantallas de la City estaba debajo de los $21.
La corrida arrancó con una histórica venta de dólares del Banco Central, por entonces, bajo el mando de Federico Sturzenegger: liquidó US$1471,7 millones, un 2,6% de las reservas de ese momento. Fue la mayor intervención diaria en la historia.
“Lo más importante es que hoy tenemos un Banco Central robusto, con reservas. Cuando llegamos, no teníamos ni reservas. Tenemos un equipo muy sólido, en el que confiamos muchísimo. Y lo más importante es darle tranquilidad a los argentinos”, dijo, un día después, el jefe de Gabinete, Marcos Peña. “No hay motivo para tener esa preocupación de que esto pueda indicar una crisis”, afirmó.
Al final, la corrida se llevó puesto todo. Sin acceso a los mercados, el Gobierno se vio forzado a pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder financiar el “gradualismo”, el mantra que guio los primeros años de la política económica de Macri. El staff del FMI y el equipo económico diseñaron el blindaje más grande en la historia del organismo: US$50.000 millones en tres años. No alcanzó y, unos meses después, ya con el dólar en $40, el programa se amplió a US$57.000 millones.
La crisis terminó eyectando del Banco Central a Sturzenegger y su equipo, deshilachados por el manejo de la corrida y de la política monetaria. El Gobierno cargó la responsabilidad en una “tormenta” formada por la suba de la tasa de interés de largo plazo en Estados Unidos, que cambió el apetito por los activos de los mercados emergentes; la sequía, que privó de dólares la economía, y la implementación del impuesto a los extranjeros por tenencia de Lebac. “Veníamos bien, pero de golpe pasaron cosas”, justificó el Presidente, en una entrevista con Jorge Lanata, en junio.
En Wall Street ofrecían una lectura distinta y marcaban un “pecado original”: el cambio de metas de inflación el 28 de diciembre de 2017. A los ojos de los inversores, ya impacientes por el lento ajuste del déficit fiscal, fue el primer punto de quiebre en la confianza.
“Hemos decidido recalibrar nuestras metas de inflación”, anunció el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en la ahora tristemente célebre conferencia de prensa junto a Sturzenegger -el único con corbata-, Peña y el por entonces ministro de Finanzas Luis Caputo, quien terminaría al frente del Central por un puñado de meses, antes de ser reemplazado por Guido Sandleris.
La nueva meta fue 15% para 2018. La inflación terminó en el 47,6%, la más alta desde 1991.
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