Gabriel Burstein se mudó hace casi 30 años a Israel. Dirigió a la Selección femenina y experimentó una etapa de la historia en la que la convivencia fue pacífica. Hoy todo cambió.
22 de octubre 2023, 05:54hs
En tiempos de horror, el deporte puede convertirse en un faro, en un respiro, en una oportunidad. Eso es lo que ocurre por estos días en Israel, donde distintas figuras del fútbol y otras disciplinas prestan su colaboración para pasar tiempo con las personas que fueron evacuadas de sus hogares luego de los ataques de Hamas, que aún no cesan.
Leé también: El sueño del argentino que combate en el ejército de Israel con la camiseta de la Selección y la de Gimnasia
El odio que explota en cualquier momento
“Acá sabés que estás en un volcán que puede estar inactivo durante muchísimos años o incluso décadas, pero puede ser que explote como ahora. Pero lo que pasó esta vez no es normal, en ningún país del mundo sería algo normal”, dijo en diálogo con TN Gabriel Burstein, un entrenador de fútbol argentino que lleva casi 30 años viviendo en el país asiático.
Burstein llegó a Israel a los 19 años. La idea original era visitar a su papá por un tiempo, pero terminó quedándose por la sensación de seguridad que le daba el lugar: “En esa época estaban metiendo bombas en los autobuses o había autobombas y no era fácil, pero así y todo me sentía más seguro que en la Argentina. Mi último recuerdo es que cuando salía con mis amigos a la noche corría de otros que tenían piedras y navajas. Acá era diferente, más tranquilo, la gente era amigable”.
En Israel, Gabi encontró la oportunidad de vivir de su pasión por el fútbol, primero en el arco de clubes de segunda y tercera división, y luego como entrenador de arqueros o DT. Tuvo un rol clave en el cuerpo técnico del plantel del Hapoel Tel Aviv que participó de la Fase de Grupos de la Champions League y luego dio el salto al fútbol femenino: fue DT de la Selección mayor hasta 2021 y este año dejó su cargo en la Sub 19.
Actualmente vive en la ciudad de Herzliya, muy cerca de Tel Aviv, y trabaja como director deportivo de un club local, centrado en el crecimiento del fútbol femenino. “El lugar no estaba bien armado, pero este año ya abrimos cuatro equipos de divisiones inferiores y la meta es estar llenos”, cuenta. Pero la guerra lo frenó: “Ahora está todo parado”.
El día del ataque
El 7 de octubre, Gabi estaba en su casa, preparándose para entrenar. “Fue la semana de mi cumpleaños. Era sábado a la mañana, la noche anterior se escuchó que empezaba a haber lío. A la mañana nos enteramos de lo que estaba pasando en la fiesta. Quedamos en shock”, recuerda.
Cuando habla de “la fiesta”, Gabi se refiere al festival de música electrónica que se desarrollaba en el sur del país y que fue el blanco principal de Hamas: cientos de jóvenes fueron asesinados y otros secuestrados en ese lugar.
“A mí no me gusta ver las noticias. Me llamaron y me dijeron: ‘Viste lo qué pasó’. “Ahí empecé a preguntar a gente conocida si estaba bien”, relata el DT argentino, que con el correr de los días se fue enterando de algunos conocidos suyos que fueron víctimas del terror: jugadores y entrenadores con los que había trabajado en el pasado. Fueron a una fiesta tranquilos y no volvieron”, lamenta.
Leé también: La tragedia de Diego Barisone: el misterio de las fotos filtradas y un padre que decidió buscar la verdad
El deporte, unido ante el horror
Desde aquel 7 de octubre, toda actividad deportiva se paró en Israel. Tanto los equipos de fútbol masculino como femenino dejaron de entrenar y de competir. Incluso los partidos de la Selección de varones, que por primera vez en la historia podría entrar a una Eurocopa, se suspendieron.
“Está todo en stand-by, en veremos, no se sabe cuándo se tomará la decisión de empezar a entrenar. La Federación ha suspendido todo hasta fines de octubre, pero no puede decir cómo seguimos para adelante. No se sabe”, explicó Gabi.
Sin embargo, aclaró: “Hay más de 120 secuestrados por Hamas, entre ellos muchos chicos. Eso es mucho más importante que cuándo vuelve el deporte. No estamos hablando de religión ni de política, estamos hablando de chicos que no eligieron estar en ese lugar, ni dónde nacer, ni qué religión tener. Son nenes”.
El rol de los deportistas durante la guerra
El entrenador argentino contó que en Israel los deportistas de élite hacen el servicio militar obligatorio, aunque “de una manera más leve”. Por eso no son reservistas del ejército y no son llamados para estar al frente de batalla. “Ellos representan al país de otra manera”, sostuvo.
“Los territorios del Sur cercanos a la franja de Gaza fueron evacuados y ahora se sumaron los del Norte. A esas personas las sacaron de sus casas y las llevaron a otros lados por seguridad. Entonces, los deportistas van y se encuentran con esos chicos, les alegran un poco el día, los hacen sentir bien. Hay entrenadores que hacemos charlas por Zoom o actividades. Todos hacemos algo para que sea un poquito más leve”, relató Gabi.
Y agregó: “A nadie le gusta haberse ido de su casa por la guerra o que el 25% de su kibutz (comunidad agrícola) haya sido asesinado o secuestrado. Hay chicos que vieron cómo se llevaban a sus padres o a su abuela de 90 años. En medio de todo eso, los deportistas intentan poner su granito de arena. Como no están trabajando ni entrenando, van a estos lugares donde hay evacuados para hacer recreación y que se despejen un poco”.
Así como muchos otros deportes, el fútbol entró en un parate por tiempo indeterminado en Israel. Casi todos los jugadores extranjeros de la liga abandonaron el país y, aunque hay clubes que están intentando salir al exterior para hacer una suerte de pretemporada en Europa, la disminución de los vuelos se los ha impedido”.
Por estos días, el DT argentino ha iniciado una serie de charlas con la Municipalidad para volver a los entrenamientos con su club: “Estamos en una zona no muy peligrosa y tenemos más tiempo que en otros lugares para entrar en el refugio. La idea es trabajar en algún lugar cerca de un refugio”.
“Queremos movernos, no perder el ritmo. No sabemos cuánto tiempo va a llevar esta guerra y no sabemos cuándo va a haber partidos. Estamos intentando hacer charlas por Zoom, yo mando programas individuales y grupales para los que salen a entrenar o para que hagan en sus casas, pero la mente no siempre da para hacerlo en este contexto”, explicó.
Gabi vive en un edificio alto, que tiene el refugio en el sótano. Cada vez que suena la alarma que avisa del lanzamiento de un cohete desde territorios palestinos hacia esa zona, tiene que bajar diez pisos por escalera para ponerse a salvo. Una vez que la tecnología del domo de hierro (el sistema de defensa aéreo) intercepta y destruye el proyectil, se escucha un estruendo. A los 20 minutos, ya puede volver a su vida cotidiana.
Sus tres hijos y sus familiares directos están bien. Sin embargo, la escalada de violencia no deja de doler en el corazón de este argentino que no termina de comprender el origen de tanto odio: “Me parece que todas las guerras son tontas, cada persona puede creer en lo que quiera. Dios es uno solo para todos con distinto nombre. Hay que aceptar lo que el otro cree sin necesidad de molestar, matar, amenazar o ser agresivo”.
“Este conflicto es algo que va de generación en generación, cuando tendrían que unirse y lograr que la zona sea mejor para la gente. Uno quiere vivir tranquilo (en Israel) y la mayor parte de los palestinos también quieren eso: hacer su vida y crear su país con sus creencias. De la mano, todo se puede hacer muchísimo mejor. De a dos se hacen mejor las cosas”, continuó.
La convivencia es posible
Durante su paso como director técnico de la Selección femenina Sub 19 de Israel, el argentino tuvo a su cargo un plantel con jugadoras judías y también musulmanas: “Si hay algo que me pone la piel de gallina, sin ser creyente de la religión, es ver dos ideas muy diferentes respetándose, compartiendo y hablando de igual a igual, cara a cara, día a día”.
Y aún hoy se sorprende de la lección que aprendió de esas futbolistas: “Lo veía en la mesa del comedor: la selección estaba toda junta y las chicas musulmanas apoyaban el rezo de sus compañeras, mientras que las judías no comían al lado de las otras para no darles el deseo de romper el ayuno de Ramadán. Yo miraba y pensaba: ‘Así quiero que sea el mundo. Que cada uno crea en lo suyo y deje vivir para hacer un mundo mejor’”.