Juan Carlos Benítez está al frente de Juventud Unida. Fue arquero, hizo inferiores en Racing y lo buscó River. Un partido frente a la Selección de Italia le dejó una huella imborrable y Bilardo tuvo un rol clave en su carrera.
31 de diciembre 2023, 05:50hs
Juan Carlos Benítez es el DT de mayor edad en el fútbol argentino y está al frente de Juventud Unida (Foto: TN)
Juan Carlos Benítez es el técnico de mayor edad del fútbol argentino. Luego de dar varias vueltas en ese mundo que lo apasiona, se animó a agarrar la escopeta y tirar el último tiro de su larga carrera.
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“Ya tengo 70 años y necesito vivir de manera familiar mi nueva etapa en Juventud Unida. Yo trabajé siempre como entrenador de arqueros, de hecho en una época la selección de Ecuador tenía a Javier Klimowicz y Damián Lanza, que eran el titular y el suplente de Deportivo Cuenca, ambos entrenados por mí. Además pude trabajar con Juan Marcelo Ojeda, Maximiliano Gagliardo, Esteban Dreer y Nicolás Cambiasso. Pero ahora estoy abocado al manejo personal del plantel, me fijo fundamentalmente en que el jugador se sienta bien y no le falte nada. Cuando me convocó el presidente Guillermo Pelozzato me sugirió que me encargue de pensar”, le contó Benítez a TN.
El Chino vivió en carne propia un día imborrable para la colectividad italiana, porque aquel 27 de mayo de 1978 fue el arquero de Deportivo Italiano que se enfrentó a la Selección Azzurra en la previa del Mundial 78. “Ese partido en la Bombonera lo volvería a disfrutar. Nos avisaron 10 días antes del amistoso organizado por la embajada. La noche previa no me pude dormir de la ansiedad que tenía porque para mí era el partido de mi vida. Nuestro técnico era el húngaro Jorge Elmer Banki y nos decía que por favor no jugáramos fuerte porque faltaban pocos días para el comienzo de la Copa del Mundo”.
A pesar del paso del tiempo, Juan Carlos Benítez recuerda a aquel amistoso como uno de sus partidos preferidos: “Cuando salí por el túnel de Casa Amarilla miraba a la gente de la tercera bandeja y me parecía que estaban en el cielo. De los nervios que tenía no sentía contacto con el césped, pero cuando me fui para uno de los arcos me empecé a agrandar y me dije ‘hoy no me pueden hacer ningún gol’.
“Anduve tan bien que el mismísimo Roberto Bettega me agarró del pelo y me felicitó. El primer tiempo terminó 0 a 0 y para el segundo estaba estipulado que entrara Alejandro Lanari (NdR: atajó para Argentina en la Copa América 93) pero me dijo que siguiera yo porque la estaba rompiendo. Perdimos 1 a 0 y el gol lo hizo Bettega, el mismo que le hizo el gol al Pato Fillol en el Mundial. Paró de pecho un centro de Antonio Cabrini, y entre Rodolfo Della Picca y Eduardo Bergessio nos amagó de espaldas y de taco me la puso en el ángulo. Un verdadero crack”, agregó.
Y, recalcó: “Para mí ese partido fue una revancha porque les demostré al técnico de mi barrio y a mi mamá que podía triunfar en el fútbol. Mi vieja quería que fuera a estudiar. Como mi hermano era colectivero se llevó un micro lleno a la Bombonera y después del partido River me quiso comprar el pase pero Italiano pidió mucha plata”.
Benítez regaló además una linda anécdota con Dino Zoff, uno de los arqueros más importantes de la historia del fútbol: “Para ese partido usé unos guantes que me habían regalado los hinchas de Italiano en la cancha de Argentinos, pero cuando le mire los guantes a Zoff eran de una calidad superior. No me animé a pedirle su buzo y sigo arrepentido. El mío lo tiene un hincha que nos seguía a todas partes”.
De su paso en Racing destaca haber compartido prácticas con Ubaldo “Pato” Fillol, con quien supo cultivar una amistad: “Siempre me aconsejó dentro y fuera de la cancha. Recuerdo que mi debut en el fútbol de primera fue jugando para Sarmiento contra Ferro. Esa tarde perdimos 2-0 y el Pato me dijo que si les dejaba dos metros a los delanteros, me iban a pintar la cara. A partir de esa charla me les tiraba a los pies”. En la Academia, además, solía cruzarse con Graciela Alfano, que era hija de un importante dirigente.
Su paso por Estudiantes le cambió la cabeza, por la escuela Pincharrata y por haber llegado a un equipo acostumbrado a dar vueltas olímpicas. “Llegué cuando Carlos Bilardo se fue a la Selección. A ese equipo la jerarquía le permitió volver a salir campeón de la mano de Eduardo Manera. Marcelo Trobbiani era el barrio, Miguel Russo era el estratega, José “Bocha” Ponce era un enamorado de su zurda y Alejandro Sabella, un sabio del juego. Yo pude jugar bastante porque como a Luis Islas lo convocaban a la Selección o lo expulsaban seguido, lograba tener mi lugar”.
¿Cómo empezó este amor?
Mi amor por el fútbol nació en los potreros de Bella Vista. Y mi primer contacto serio con un club fue en Racing. Solo me probaron 20 minutos y me alcanzó para formar parte de las divisiones inferiores. Me decían Chinito porque en el club estaba Jorge “Chino” Benítez. Los técnicos que me ficharon eran José Santiago y Nito Veiga.
¿Cómo fue esa prueba?
Yo tenía mala relación con el técnico de mi barrio y no me quiso llevar a probarme a Racing. Cuando estaba volviendo del colegio lo veo a este hombre con tres compañeros míos que se iban a tomar el tren para probarse. Uno de mis compañeros me dice “Andá a buscar la ropa a tu casa que yo te saco el boleto de tren y te subís directamente. Te van a fichar en Racing porque sos el mejor de nosotros”. Yo tenía 15 años y medía 1.83. Me acuerdo que a los 10 segundos Jorge Kaliszuk me hizo un golazo y no sabía dónde meterme. Después empecé a responder y me mandaron a la oficina para firmar el fichaje.
¿Estuviste cerca de debutar en Racing?
El problema fue que Racing ya le había comprado a Quilmes al Pato Fillol. Como él estaba haciendo el servicio militar llegaba más tarde y se entrenaba solo. Yo me quedaba un tiempo más para darle una mano y a pesar de que Fillol era solo una promesa, ya mostraba cosas diferentes. Me acuerdo que le pateaba y no había manera de hacerle un gol. Ese tiempo me sirvió para copiarle movimientos a semejante arquero.
¿El Pato Fillol era potrero puro?
Tenía condiciones naturales porque era espectacular en todo sentido. Lo que sí trabajó fue la seguridad en el área y debajo del arco. Tenía una gran fuerza de piernas. Para mí tenía un defecto que era la pegada. Yo en ese sentido lo superaba. Para mí Ubaldo Fillol fue el mejor de todos los que vi.
¿Fue un golpe de nocaut cuando quedaste libre?
Sí porque no me lo esperaba. Los arqueros de Racing eran Fillol, Ruben Guibaudo y yo. Pero justo asumió como técnico de la primera Juan Carlos Rulli y me dejó libre. De la locura que tenía me tomé cualquier colectivo porque no quería volverme a mi casa. Sentía que estaba en falta con mi papá que siempre se la jugó por mí. Yendo en el colectivo veo un cartel que dice “Barracas Central a 300 metros”. Me bajé del colectivo y llegué justo cuando se estaba terminando el entrenamiento del equipo de Primera. Me acerqué al técnico que era Francisco Calabrese y le dije que acababa de quedar libre de Racing. El tipo me empezó a pelotear y yo sin guantes se las atajaba todas. Al rato le dijo al presidente que me fichara porque era un fenómeno. Terminé arreglando por un viático porque lo que quería era jugar.
¿Cómo te fue?
Me tocó la colimba, y estuve un año y cuatro meses sin poder salir. Vivía todo el tiempo vestido de soldado. Y cuando me dan la baja el técnico me ofrece atajar en primera y me negué rotundamente porque venía de una inactividad larguísima. Arreglamos que jugaba en Reserva e iba al banco de primera. Para colmo el rival era Villa Dálmine, que los venía goleando a todos. En Reserva me hicieron 10 goles y para colmo en el partido de primera expulsaron al arquero titular. En medio de un diluvio empezó a jugar y le atajó un penal a un gran goleador que tenía el ascenso en esa época que era Miguel Benítez. Ese día contra viento y marea me atajé todo y ganamos 1-0. Fue mi único partido en Barracas Central. A partir de ese día te puedo decir que me recibí de arquero profesional.
¿Es cierto que apareció un señor italiano en la puerta de tu casa?
Era el presidente de Deportivo Italiano, que se llamaba Lino Du Tulio. Esa noche se vino con un grupo de dirigentes hasta mi casa para decirme que le habían comprado mi pase a Barracas Central. En esa época Italiano estaba en la Primera B, que era la segunda división del fútbol argentino y pagaba muy buenos contratos. Tuve años espectaculares donde hasta llegué a formar parte del seleccionado argentino del ascenso que dirigía Eduardo Janín. Los otros arqueros eran Luis Kadijevic y Jorge Traverso.
¿Jugar en el fútbol de primera fue la frutilla del postre?
Eso fue producto de todos los pasos sólidos que fui dando en mi carrera. Terminé jugando en Sarmiento de Junín que logró armar un equipazo con Ricardo Gareca y José “Toti” Iglesias. Llegué en 1981 y terminé jugando durante dos temporadas. La ciudad se movilizaba gracias a ese equipo. Todos los años me siguen llamando para recordarme los grandes partidos que tuve. Anduve tan bien que Carlos Bilardo me terminó llevando a Estudiantes.
¿Te adaptaste a la escuela “Pincharrata”?
Es una escuela que te enseña la responsabilidad al extremo. En Estudiantes se preocupaban por vivir adelantados al resto de los equipos. Un día el técnico Eduardo Manera me llevó a su oficina y tenía como cinco mil videos. Me dijo: ‘Este es el tuyo y ya conocemos todo de vos. Sabemos que te gustan las milanesas y te aconsejo que las vayas dejando’. Además me recomendó que me fuera a vivir a La Plata. Un día se me rompió el auto y llegué tarde. Sabes que el tipo no me dejó entrenar y me mandó a la platea del estadio.
¿Te avergonzó el gol que te hizo Bochini?
Ricardo Bochini esa noche me la devolvió con mucha clase. Yo tenía la orden de decirle a Bochini que se estaba quedando sin pelo porque tenía algo muy complicado. Le digo a Eduardo Manera que me parecía una barbaridad decirle eso a Bochini. Pero se me acercó el capitán que es el actual técnico de Rosario Central (NdR: Miguel Ángel Russo) y me dice “En Estudiantes para pertenecer se hace lo que dice el grupo”. Mientras entrábamos en calor me acerco a Bochini y le digo semejante barbaridad. Ese partido de Copa Libertadores lo empezamos ganando 1-0 pero en el segundo tiempo nos dieron un baile bárbaro. El Bocha recibe un pase de Alejandro Barberón y cuando le salgo a achicar, con la punta del pie me la tira por arriba y la pelota entra en cámara lenta. Yo quedo todo enroscado en la red mientras la gente festejaba el gol de su ídolo. Pero antes de festejar se acercó y me dijo “Agarrala, boludo”.