El duodécimo round de la pelea de semifondo de la histórica velada en el Tokyo Dome, que se abrió después de 34 años nuevamente para el boxeo, pareció calcado de una película de la saga de Rocky Balboa. Porque la consagración de Yoshiki Takei como campeón mundial de peso gallo de la OMB fue dramática: el australiano Jason Moloney se la jugó en el último asalto para buscar el nocaut que evitar su derrota, pero el local se mantuvo de pie milagrosamente para levantar sus puños y celebrar a lo grande.
La decisión fue unánime en las tarjetas (118-109, 118-109 y 116-111), para que Takei se convierta en el primer campeón de kickboxing en también colocarse un cinturón mundial de boxeo y todo en apenas nueve combates, con nueve triunfos.
Ante 55.000 personas en el Tokyo Dome, el primer estadio multiuso cubierto del país inaugurado en el 17 de marzo de 1988 y habitualmente utilizado para conciertos y para los partidos de béisbol que disputa como local Yomiuri Giants -el equipo más ganador en la historia de la liga profesional japonesa-, Takei aguantó el intercambio golpe por golpe al que se sometió en los últimos minutos del combate, en el que Moloney parecía mejor armado.
Tambaleó el japonés, resistió tratando de devolver los golpes y haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse de pie. Una caída hubiese tirado por la borda el buen trabajo que había hecho durante los once rounds anteriores. Pero Takei terminó casi desmayado sobre las cuerdas cuando sonó la campana.
Con este resultado, Takei mejoró su historial a 9-0, con 8 nocauts, en la primera pelea que llegó al útlimo asalto, después de una sólida carrera en K1. En el caso de Moloney, cayó a 27-3, con 19 nocauts, fallando en la segunda defensa de la corona.