Las competencias de atletismo de los Juegos Olímpicos que acaban de concluir en París ofrecieron momentos y figuras deslumbrantes, récords para todos los gustos, un progreso técnico general que parece ilimitado. Pero en el podio de esa cosecha quedará para la historia del atletismo la hazaña de la representante de los Países Bajos, Sifan Hassan, al conquistar el maratón femenino quebrando en los tramos finales a la recordwoman del mundo, la etíope Tigst Assefa. Esta había asombrado con su marca mundial de septiembre pasado en Berlín (2h11m53) y ahora quería revalidar, con un gran título, lo que ya había demostrado en un maratón de los denominados majors.
Claro que las condiciones para las y los maratonistas en París eran completamente diferentes: un circuito de exigencia suprema (“devastador”, según los técnicos, por las subidas) y un clima muy caluroso. En el caso del maratón en los Juegos, la cuestión para los favoritos es el puesto, no la marca.
Y lo que logró Hassan, compitiendo y ganando el maratón después de haber participado –llevándose sendas medallas de bronce- en las carreras de 5.000 y 10.000 metros llanos durante los días anteriores, desafía todas las convenciones técnicas. Una locura, que ningún fondista –cualquiera sea su nivel- intenta en la actualidad. Pero le salió bien. Incluso estableció un nuevo récord olímpico con un tiempo de 2h22m55.
Durante las épocas previas a la aparición de los corredores africanos hubo dos nombres considerados super-atletas en largas distancias: el finlandés Paavo Nurmi y el checo Emil Zatopek. Hace exactamente un siglo y también en París, Nurmi se marchó con cinco medallas doradas en medio fondo y fondo (una de ellas, en la prueba de cross country, que luego desapareció del programa de los Juegos). No incursionó en el maratón, misión que delegó en su compatriota Alvin Stenroos quien, por cierto, cumplió aportando otra dorada a los finlandeses voladores.
En los Juegos de Helsinki 1952, Zatopek reafirmó su apodo de Locomotora Humana, ya que triunfó con facilidad en los 10.000 metros, con intensa lucha en los 5.000 y después decidió debutar en el maratón, que también ganaría para ingresar a un estadio rendido, donde 70 mil personas lo aclamaban al grito de “Za-to-pek…”. El argentino Reinaldo Gorno fue un bravo escolta y partícipe de aquella hazaña que nadie pudo igualar desde entonces.
Aunque el doblete 5.000-10.000 es más frecuente entre los grandes fondistas, todo tiende a la especialización, ya que la dureza de cada prueba obliga a concentrarse en ella. El ugandés Joshua Cheptegei, recordman mundial de ambas distancias en la actualidad, se mostró muy feliz ahora por su victoria en los 10.000 y de inmediato anuló su inscripción en la otra.
El único que en algún momento intentó emular a Zatopek fue otro formidable corredor de Finlandia, Lasse Viren, quien en los Juegos de Montreal 1976 repitió sus victorias de ambas pruebas de pista logradas cuatro años antes en Múnich. Y decidió encarar el maratón… en el que terminó quinto. Nadie más.
Y por eso, cuando Sifan Hassan anunció que correría todas las pruebas posibles en París, algunos lo interpretaron como una audacia, otros como una bravuconada y muchos más, como una locura. Aún más: Hassan también dijo que correría los 1.500 metros, otra de sus distancias favoritas, pero ya era demasiado…
Los 5.000 (serie y final) y los 10.000 le demandaron un gran esfuerzo a Hassan, quien defendía sus coronas olímpicas conseguidas en Tokio 2020 -allí, antes de los oros, se hizo famosa por una caída en las eliminatorias de los 1.500 que se hizo viral- y tenía que enfrentar ahora a una nueva y potente generación de etíopes y keniatas. Estas, además, convirtieron a las carreras en un ring de boxeo, hubo peleas y descalificaciones. La vencedora en ambas distancias fue el nuevo prodigio keniata, Beatrice Chebet, la primera capaz de correr en 10.000 metros por debajo de los 29 minutos. Hassan no se mezcló con aquellas trifulcas ajenas y se llevó sendas medallas de bronce.
El maratón representaba, para ella, un desafío más riesgoso, una distancia que recién abordó desde el año pasado al ganar en Londres (2h18m33) y luego en Chicago (2h13m44), logrando aquí la segunda marca de la historia, detrás del récord de Assefa. Sin embargo, en marzo pasado, fue cuarta en Tokio con 2h18m05 y podían surgir algunas dudas, principalmente sobre una sobrecarga de entrenamientos y exigencias. Ahora las despejó todas, pese a que afrontó el maratón con menos de dos días de descanso tras la final de los 10.000.
Nacida hace 31 años en Adama, al sur de Addis Abeba, capital de Etiopía, Hassan fue criada por su madre y su abuela en una granja. Hay pocas referencias de aquellos tiempos, inclusive de la decisión de irse de su país cuando tenía apenas 15 años y su mamá la subió a un avión con destino a Países Bajos, donde llegó casi en condición de refugiada.
La alojaron en un centro juvenil de Zuidlaren. “Lloraba a diario, no sabía qué hacía aquí”, recordó. La salvaron los vínculos con un grupo de deportistas que vieron sus condiciones para el running y la llevaron al club Eindhoven Atletiek, donde perfeccionó su técnica y sus entrenamientos. El resto es historia más conocida porque, con pasaporte de Países Bajos primero y con su condición de campeona y recordista, se convirtió en una de los mejores semifondistas-fondistas del mundo, en distancias desde los 1.500 hasta el maratón.
A su cuenta de medallas olímpicas hay que agregarle todo lo obtenido en los Campeonatos Mundiales desde Beijing 2015 hasta Budapest 2023, con una escala inolvidable en Doha 2019 cuando venció en dos pruebas tan disímiles como 1.500 y 10.000.
También realiza ciclos de entrenamientos en Estados Unidos. Tuvo la guía de un controvertido coach como Alberto Salazar pero, sancionado este y desalojado de todos los campos atléticos, Hassan se prepara con Tim Rowbery.
Ahora fue su coronación en maratón, donde combinó sentimientos de angustia y decisión. “En cada momento de la carrera me arrepentía de haber corrido los 5.000 metros y los 10.000. Me decía a mí misma que si no lo hubiera hecho, me sentiría mucho mejor”, dijo ya ganadora y antes de recibir la medalla en plena fiesta de clausura de París 2024. “Desde el principio hasta el final, fue muy duro. Cada paso del camino. Pensaba: ‘¿Por qué lo he hecho? ¿Qué me pasa?”, confesó.
Dos argentinas, Florencia Borelli y Daiana Ocampo, pueden sentirse orgullosas de haber sido parte de esta gesta. Para ambas, clasificar al maratón olímpico con marcas mínimas cada vez más duras, ya era un mérito. Y las dos cumplieron -21ra. la marplatense con 2h29m29 y 41ma. Ocampo con 2h32m02- ubicándose entre las mejores latinoamericanas, dentro de las 80 atletas que completaron el duro recorrido de la Ciudad Luz.