lunes, 25 noviembre, 2024
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El viaje de egresados de la Generación Dorada: las chicanas y las cargadas en el reencuentro de unos tipos que no entienden cómo todavía llenan un estadio en horas

Son las cinco menos cinco. Faltan cinco para las cinco. Parece mentira pero es verdad. Los hermanos de camiseta que hace 20 años se colgaron el oro olímpico en Atenas 2004 entran de uno en uno en el salón del hotel céntrico. La mayoría no se había visto, porque recién les habían dado cada habitación a ocupar. Por eso los abrazos son más fuertes y las palmadas se escuchan a metros nomás. “¡¡Qué hacés!!”, se repite. Dos décadas después de convertirse en la Generación Dorada del básquetbol argentino, los doce al fin están todos juntos. Increíble pero real.

Comienza este viaje de egresados que seguirá con una cena memorable, con el partido-show-espectáculo de este sábado a la noche en el estadio Mary Terán de Weiss y con una travesía de cinco días en Mendoza. Solo ellos. El mejor equipo de la historia del deporte argentino.

Andrés Nocioni (44), cuándo no, toma la batuta y marca el tono de lo que será la próxima hora y media. Agarra el cartel con “Manu Ginóbili” (47) en letras negras, le escribe un “Se busca” con birome y vuelve a pegarlo en el respaldo de la silla central que ocupará el bahiense Emanuel cuando llegue con una remera lila y un jean, y confirme que hace tres días fue a tirar unos tiros con Fabricio Oberto (49) en San Antonio.

“¡Colitoooo! ¡Sin manossss!”, se la agarra ahora Chapu con Rubén Wolkowyski (51), recién llegado de Mar del Plata. “Es increíble la ansiedad que tiene la gente por volvernos a ver. Estos se hacen los humildes pero están entrenándose hace un mes”, remata el Colo.

La Generación Dorada, 20 años después, se prepara para la exhibición de este sábado en Villa Soldati. Foto Enrique García Medina

“Mi sorpresa es total. No pensé que podíamos generar este nivel de interés. Yo no pagaría por verme jugar hoy”, acota y se ríe Luis Scola (44). “Ah, Luifa, no nos estás vendiendo muy bien”, lo torea Hugo Sconochini (53), el más veterano, el capitán de los dorados.

“Por como somos, disfrutamos este camino de volver a prepararnos, pero no vamos a volar, eh. Yo hacía cinco años que jugaba solo al tenis y no tocaba la pelota. Hasta me tuve que comprar zapatillas de básquetbol”, asombra Gabriel Fernández (48). “Gordo, te estás quedando pelado -le lanza el dardo afilado Alejandro Montecchia (52)- Yo estoy. A una sola marcha, pero estoy”. Y el Colo se la manda a guardar al bahiense: “El Puma está infumable desde hace diez días en el grupo de WhatsApp”.

Acá no hay poses para la gilada. No hay filtros en busca de “me gusta” o seguidores. Los pibes de casi cincuenta o cincuentones son así: este sábado saldrán a la cancha a divertirse en un reencuentro que a comienzos de septiembre agotó entradas de 45.000 a 250.000 pesos en horas. La amistad los une tanto como el legado que dejaron por su rendimiento deportivo, su identidad de juego y su entrega cada vez que la camiseta argentina salió a la cancha.

En Atenas 2004, con el oro olímpico. Hoy siguen entregando alegrías. Ricardo Gonzále

“Estoy feliz de estar acá. Cuando salió esta locura de juntarnos, algunos decían: ‘¿Quién nos quiere ver?’ -recuerda Leonardo Gutiérrez (46)-. Siempre viví en Argentina y disfruté el cariño, el respeto y lo que siente la gente por esta generación. Estaba seguro que nos iban a acompañar para reconocernos juntos. Como hace seis años que no hacía nada, hace dos meses me puse a mover. Corro de una línea de tres a la otra a ritmo cansino”.

Walter Herrmann (45) aporta desde la última silla a la derecha de la primera fila: “Es rarísimo todo. Pasaron 20 años y miren la disciplina que tiene este grupo. De esto les hablo a los chicos. Miren cómo están físicamente: impecables”. “Yo seguro que no”, lo corta Leo. “Bueno, yo nunca les hablo de vos a los chicos”, retruca Walter.

“Atención que la rubia está a tope”, saca a pasear Carlos Delfino (42) su labia santafesina con Herrmann como destinatario. Y ahora le apunta a Scola, CEO del Varese italiano: “Me llegó info de que hay gente que se entrena con su equipo”. Luifa no elude y avisa: “Ojo que algún gancho voy a tirar”.

Juan Ignacio Sánchez (48), Pepe, no está esta vez para reflexiones. “Estoy en una peli. No entiendo qué estoy haciendo acá. Festejamos la hazaña, pero sobre todo festejamos que 20 años después nos seguimos cagando de risa”.

Manu Ginóbili reafirma lo increíble del reencuentro: “No estuvimos los doce juntos desde la última noche del oro olímpico. Por eso tengo muchas ganas de sentarnos en una mesa y escuchar historias de nuevo”. Nocioni coincide: “Siento la misma emoción que cuando nos juntábamos el primer día y nos tenían que frenar los entrenadores para dejar de hablar y entrenar. Es un gran placer. Un privilegio”.

La Generación Dorada, 20 años después, se prepara para la exhibición de este sábado en Villa Soldati. Foto Enrique García Medina

Con los lentes negros de rocker colgando de su remera, el cordobés Oberto se sincera cómplice: “Salí de la habitacion y pensé: ‘¿A qué hora es el entrenamiento mañana?’”. Volvieron los dolores únicos del básquet. ¿Dónde estaban las pastillas que tomaba antes?”. Y Sconochini, con su acento tano inconfundible, completa: “Este equipo tiene mucho de extraterrestre. Le vi hacer cosas que no vi en ningún equipo ganador. Tiene alma, vida, amistad… Hace una semana que mis hijos no me soportan más, je. No veo la hora de volver a sentir sensaciones increíbles. Es un orgullo total estar sentado acá con ellos”. Montecchia ve luz y castiga: “Pongan subtítulos con Hugo porque habla italiano”.

A 20 años de la gloria en Atenas, de la semifinal ganada con baile a Estados Unidos y de la memorable final contra Italia, la Generación Dorada vuelve a la cancha a puro show. “La sensación es la de un viaje de egresados surrealista. Termina el partido y nos vamos. Vamos a tener que actuar pero no nos dieron el guión”, acota Pepe Sánchez. “Nuestros hijos no lo vivieron y ese entorno va a ser valioso”, apunta Manu.

Envalentonados ante la pregunta sobre hacer una gira nacional, sigue la jarana. “No estaría planeado. Pregúntennos pos partido”, responde Scola. “Mañana nos vamos a divertir. Y pasado mañana, nos diremos: ‘Che, estás rengo’”, agrega Leo.

Son los cordobeses Gutiérrez y Oberto los que resumen el sentimiento general de un lado y del otro del mostrador. “Este grupo traspasó generaciones y nos quieren ver aunque estemos viejos y a dos por hora -dice-. La gente entiende que irá a ver un show para darnos un abrazo después de 20 años. Y algunos les dirán a sus hijos: ‘Estos chicos me cambiaron la vida y me hicieron acercarme al básquet’”.

El cierre es para Fabricio: “Fuimos a dar una clínica con el Puma y cuando explicábamos un pick and roll nos empezaron a aplaudir. No paraban. No hemos medido lo que significa este equipo para la gente. Este equipo siempre fue a jugar, siempre fue a ganar, y nunca se dejó mimar. Bueno, vamos a jugar y dejémonos mimar un poquito”.

Que empiece la fiesta…

El paso a paso del show

Las puertas del estadio Mary Terán de Weiss se abrirán a las 17 para que el público que agotó las entradas tenga tiempo para aprovechar las actividades al aire libre, pueda comer y tomar algo y también participar en la clasificación de un torneo de triples.

Es que durante el partido-show que comenzará a las 20 y será transmitido en vivo por ESPN y Disney+, la Generación Dorada jugará internamente pero también habrá mucha interacción con los espectadores y con algunos invitados especiales.

“Este gran abrazo del que vamos a ser parte en una ida y vuelta nos va a llenar de muchísima energía. Bien merecido lo tienen”, valoró Rubén Magnano, el entrenador que estará presente.

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