Afianzado largamente en el poder, el gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, no se queda quieto y evidencia su intención de perpetuarse aún más en la función que ocupa. Para ello está gestando una nueva reforma de la Constitución de su provincia.
Al eterno ciclo del líder peronista, con 29 años consecutivos como Gobernador, hay que sumarle 8 años previos en los que se desempeñó como vicegobernador. Es decir, casi 4 décadas en el manejo totalmente discrecional del Estado formoseño. Una notable impronta feudal.
No satisfecho con tanto tiempo de dominio político discrecional en su provincia, y de una consecuente colonización ideológica en cada rincón de los poderes del Estado, Insfrán ahora avanza con una nueva reforma constitucional provincial. ¿Con qué sentido? Establecer y asegurar una nueva reelección con la que seguir escondiendo el uso abusivo de su función en todo sentido.
Si bien los aspectos en los que enfatiza el Gobernador para impulsar la reforma tienen como argumento la incorporación de nuevos derechos, como los denominados de cuarta generación, y la implementación de mecanismos administrativos con miras en el ajuste fiscal, además de fomentar la producción y la protección del ambiente, no quedan dudas de que el elemento disparador de esta nueva enmienda pasa por su afán de perpetuidad en la primera magistratura formoseña.
La Constitución de Formosa no habla de reelección, pero el mandamás busca contrarreloj adelantarse a un eventual fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que le ponga punto final a su ambición política prácticamente eterna. Es que el máximo tribunal de justicia del país ya declaró, en su momento, la inconstitucionalidad de la reelección por más de dos mandatos en San Juan, Río Negro y Tucumán, poniendo un freno a astucias similares a la del formoseño que llevaban a cabo en años recientes gobernadores de turno de esas provincias. En esos casos puntuales todo arrancó con denuncias, que también fueron presentadas desde la oposición formoseña. La alternancia en el ejercicio del poder a lo largo y a lo ancho del país emana del sano mandato que ejerce la Constitución Nacional.
Abusos al frente de un estado provincial como el de la Formosa de Insfrán derivan en una descomposición social e institucional que siempre resultará difícil recomponer tras décadas de dominio sin límites. Este caudillo peronista fue respaldado en la última elección a gobernador por más del 70% de los votantes formoseños, acostumbrados al clientelismo permanente por parte del Estado, en especial en vísperas de elecciones, y a un desmedido uso del empleo público para asegurar voluntades a la hora de ir al cuarto oscuro electoral.
Este estilo avasallador incluye, además, ataques permanentes a la oposición política formoseña como también a los medios de prensa independientes. Una lamentable práctica que abunda en provincias cuyos oficialismos ejercen claro dominio sobre la sociedad que les toca tutelar y que a nivel nacional tuvo lamentables consecuencias en los duros tiempos del kirchnerismo.
Es de esperar que la nueva intentona reeleccionista de Gildo Insfrán tenga un resultado no favorable a su clara estrategia de perpetuarse aún más al mando de su provincia. Lo agradecerán miles de ciudadanos formoseños que padecen impotentes su avasallamiento. Y también la república, que necesita que el pleno de sus provincias se encamine de una buena vez por el mismo camino.
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