El sábado miles de personas se concentraron en Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Rosario, Bariloche, Paraná y otras ciudades a debatir cómo expresar masivamente y en las calles el repudio al discurso recargado de odio de Javier Milei y sus secuaces contra el movimiento LGBTQI+, el feminismo, el ambientalismo, la izquierda y todas aquellas expresiones que no se ajustan a su mirada medieval y reaccionaria. La enorme asamblea de Parque Lezama resolvió convocar el próximo sábado a una marcha desde el Congreso a Plaza de Mayo y habrá diversas iniciativas en todo el país.
Esa respuesta masiva se sumó a la seguidilla de repudios recibidos durante días por Milei tras su discurso en el Foro de Davos. Manifestaciones desde los más diversos sectores políticos, sociales y culturales a través de redes, comunicados y declaraciones públicas. Incluso referentes de la derecha, como Miky Vainilla Pichetto o el jefe de Gobierno porteño Jorge Macri (aliados del libertarianismo en muchos ítems), buscaron despegarse de las diatribas presidenciales. Salvo notables excepciones como Cristina Kirchner, Axel Kicillof y Sergio Massa, el rechazo no escapó siquiera a las editoriales domingueras de diarios nada opositores como Clarín y La Nación.
En medio de una situación económica que se agrava para vastos sectores sociales, producto de las propias políticas oficiales, mientras un puñado de corporaciones se benefician de la bicicleta financiera y demás regalos de la Casa Rosada, Milei se focalizó en los últimos días en abroquelar a sus fanáticos y repartir estiércol, falacias y amenazas contra quienes representan todo aquello que odia. Este domingo, ante la catarata de rechazos recibida, volvió a tuitear un mensaje. Y lejos de pedir algún tipo de disculpas por todo lo vomitado previamente, decidió doblar la apuesta.
El mensaje combina la habitual autorreferencia como supuesto “líder” de un supuesto movimiento imparable, una ridícula victimización ante acusaciones de mentiroso y violento y una exacerbada megalomanía como motor de todo argumento.
El último párrafo es particularmente destacable: “Frente a cada curva que ustedes quieran inventar, nosotros vamos a seguir acelerando. Porque a diferencia de ustedes, nosotros sabemos hacia dónde tenemos que ir para rescatar este país de sus garras. No se pongan en nuestro camino. La libertad avanza y nada impedirá que lo siga haciendo”.
Si cada “curva” en la que acelera Milei no tuviera como consecuencia el empobrecimiento general, los despidos, el hambre de millones de niñas y niños que se perpetúa, la decadencia aún mayor de la salud y la educación públicas y el afianzamiento de las cadenas que atan al país al imperialismo; la “poesía” presidencial sólo generaría carcajadas. Pero detrás de esa mediocridad expresiva anida una violentísima amenaza desde lo más alto del Estado a quienes se opongan a su esquema.
Autopercibido dueño y repartidor de una “libertad” que nada tiene de popular e igualitaria, Milei se regodea desde su teléfono creyendo que puede infundir miedo. Les exige “temblar” a quienes se pongan en su camino, porque él no va a levantar el pie del acelerador. Su megalomanía parece no tener límites. Pero se equivoca feo.
El próximo sábado será una buena oportunidad para demostrarle al gatito mimoso del poder (contagiado de rabia contra todo lo que no se ajusta a su cosmovisión medieval y sectaria) lo caro que le puede salir intentar siquiera arremeter contra derechos conquistados por mujeres y disidencias, contra corrientes políticas que se oponen de verdad y contra históricas luchas populares en defensa de los derechos humanos y nuestros bienes naturales comunes. Que el miedo lo tengan él y sus secuaces, no quienes tienen la razón de su lado.