La expectación mundial se dirigió durante este mes hacia la asunción del nuevo presidente de los Estados Unidos, y al análisis de sus primeras medidas. Como se anticipaba en la campaña, su mensaje inicial tuvo un fuerte contenido anti inmigratorio, y contra las políticas de género y minorías que florecieron en lo que va del siglo.
En cuanto al deporte, que ha tenido una gran autonomía dentro de los Estados Unidos, el presidente Trump no ha dicho nada medular, ni que resulte de interés o valioso para el juego real de ese país. Es decir, para los millones de personas que lo practican, ya sea como una actividad saludable, como un hobby, o profesionalmente.
El presidente, en medio de las enormes expectativas que genera todo comienzo casi ni mencionó al deporte, algo extraño porque su país es la mayor potencia histórica olímpica, y además organizará tanto el próximo campeonato Mundial de fútbol como los Juegos Olímpicos 2028.
Trump, de manera insólita, solamente aprovechó la oportunidad para cargar contra los transexuales en el deporte, una minoría muy poco significativa aún dentro de Estados Unidos, pero algo fuertemente simbólico.
No hubo ni tiempo ni agenda para anunciar mejoras para la inserción de, por ejemplo, los millones de niños negros e hispanos en el mundo deportivo, mediante más infraestructura pública y programas de desarrollo del deporte social. Algo realmente necesario, por las enormes asimetrías y necesidades existentes en la comunidad de esos grandes grupos sociales, en cuanto a una práctica deportiva organizada desde la niñez.
Paradójicamente o no, la omisión del flamante presidente con respecto a la gran deuda que tiene la primer potencia deportiva con el deporte social, no recogió cuestionamiento alguno ni entre sus detractores.
En Argentina, país muy diferente en idiosincrasia y en su historia, el deporte, como suele ser costumbre en la política autóctona, no mueve en este inicio del año el amperímetro ni en ideas, ni mucho menos en acciones.
Se habla hasta hoy de la amenaza de privatizaciones compulsivas de los clubes deportivos, que son prácticamente el único motor de los deportes amateurs, hasta el punto que muchas disciplinas correrán riesgo de desaparecer si eso se llega a concretar.
A esto se une la pasividad e inacción de la gran mayoría de los protagonistas. Es decir, las entidades gubernamentales a cargo y buena parte de las asociaciones deportivas.
En el país del norte, en tanto, se presume que el deporte continuará de igual manera que hasta hoy, con varias disciplinas de muy difícil acceso para ciertos grupos sociales.
Entre nosotros, esas dificultades, a excepción del fútbol profesional, corren el riesgo de extenderse aún más entre la población, hasta transformar la práctica deportiva en lo que fuera hace 100 años. Un pasatiempo de élites.
* Ex Director Nacional de Deportes.