domingo, 23 marzo, 2025
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Con poco combustible: el fin de la siesta del dólar

El termómetro mostró nuevamente una advertencia, y como ocurre habitualmente el indicador que oficia de variable de ajuste es la cotización del dólar en sus versiones libre (el blue, el contado con liquidación -CCL- o el MEP). Empalmando con la discusión acerca del eventual retraso del tipo de cambio oficial, el cúmulo de rumores acerca de la letra chica del inminente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para reprogramar los vencimientos de deuda y, eventualmente, obtener fondos “frescos” para “mejorar el patrimonio del Banco Central”.

Alerta verde. Sin embargo, la mini corrida cambiaria que volvió a colocar al tipo de cambio nominal en su valor más alto en seis meses no fue el único llamado de atención para el timing negociador del equipo económico. La histeria en el mercado no vino solo: a medida que el Banco Central intentaba domar la embestida, cada jornada terminaba con una caída de reservas (además de los US$310 millones que el sábado 15 tuvo que afrontar el Tesoro como pagos de deuda) lo que terminaba en un drenaje de más de US$750 millones, dejando las reservas brutas por debajo de los US$27.350 millones, el nivel más bajo desde septiembre pasado.

Si bien los valores se estabilizaron a partir de una intervención más decidida del Central, pasó un mensaje sobre las expectativas generadas en el “mercado” por lo que acarrearía el mencionado acuerdo que se ralentizó desde este verano. La ecuación parecía simple: la observación del staff técnico del organismo internacional apuntaba a los sucesivos controles cambiarios que tardan en desarmarse. Y el temor del Gobierno, compartido por algunos economistas, aunque en minoría frente al resto de sus colegas, es que un salto cambiario por una unificación y liberación del cepo acarrearía un repunte inflacionario. Y con eso, no se juega, porque la variable por excelencia sobre la cual se acomoda todo el rompecabezas de la política económica es, precisamente, el índice de precios al consumidor (IPC). Todos los demás no son indiferentes, pero se abraza la interpretación muy atendible, que luego de cinco décadas de desquicio inflacionario, el precio del dólar, la actividad económica, los salarios reales y la pobreza, entre tantos otros, terminan siendo definidos en el corto o el mediano plazo por la dinámica de los precios minoristas.

La última medición del IPC arrojó para febrero pasado un incremento del 2,4%, mucho más bajo que el registrado en el mismo mes del año pasado (+13,2%) pero que todavía guarda un valor interanual muy alto: 67%, que, si bien ya es de dos cifras anuales y en marzo probablemente ya estaría por debajo del 55%, si se confirma las proyecciones privadas que dan para este mes un guarismo entre 2,2% y 2,4%. Sin embargo, mirando con detalle se puede observar que hay una brecha notable entre el precio de los bienes (+2,1% y el de los servicios: +3,1%). O sea, los “transables” que por definición son los bienes, ya sienten el rigor del ancla cambiaria al que le escapan, tradicionalmente, los servicios. Pero en febrero talló mucho el aumento de la carne, que no se da con regularidad, sino que tiene escalones y tiene un peso de casi 10% en la construcción de la canasta básica. En este caso, el rubro Alimentos y bebidas subió 3,2%, sólo superado por el de servicios para la vivienda (+3,7%), influenciado por los ajustes en las tarifas públicas que durante este semestre deberían ya estar regularizadas.

Elegir al tipo de cambio como ancla no es caprichoso ya que en un país con una economía bimonetaria y con una memoria activa en la defensa del ingreso y el patrimonio, las expectativas devaluatorias siempre pesan y afectan la (baja) demanda de dinero y la (alta) de divisas. Al forzar la desinflación se pondría en marcha un círculo virtuoso en la inversión, el consumo y los ingresos fiscales para así poder sostener más allá del apretón inicial, el superávit fiscal, piedra angular de todo el programa económico de mediano plazo.

Los indicadores del último trimestre del año parecen dar la razón a la primera parte de dicho razonamiento. El economista Fernando Marull señala, especialmente, el gran repunte de la inversión (+11% trimestral), sobre todo apoyada en la gran movilización de recursos hacia el complejo de Vaca Muerta (petróleo y gas) que parece indicar una constante para los próximos años. También creció el salario real privado (el público quedó algo rezagado y el informal, si bien se recuperó está lejos de los valores previos al golpe inflacionario de 2023-2024.

La incógnita, en todo caso no es si los resultados son positivos sino si el proceso es sostenible o precisa de alguna inyección adicional (fondos) o de alguna corrección en la política económica. En uno y otro caso, la fatiga de materiales se verifica, una vez más, por la escasez aguda de dólares que no podría ser mantenido si las expectativas devaluatorias lo acentúan y si se normaliza la (mala) praxis de seguir operando con reservas netas negativas: en definitiva, apostando a que los ahorristas privados no sacarán sus ahorros, justamente, por no percibir un temor a quedarse sin sus fondos o que se pesifiquen (como ocurrió en 2002 y recientemente en Bolivia). Como etiquetó Marina Dal Poggetto, es un programa todavía “cepo-dependiente”.

Miradas. Al respecto, el viceministro de Economía José Luis Daza, fue llamativamente sincero cuando explicó en el Congreso las razones por las que Argentina necesitaba firmar con urgencia un acuerdo con el FMI. “De a poco hemos ido desarmando esas potenciales fuentes de crisis, pero nos queda una debilidad que nos ha obligado a tener un cepo cambiario; una vulnerabilidad que nos impide tomar medidas económicas que nos permitiría crecer más rápido”, reconocía. Y proponía como punto inicial para empezar a resolverla, solucionar la insolvencia del Banco Central, una bisagra a partir de la cual se puede empezar a pensar en un ciclo positivo.

Otros economistas ven en estas turbulencias una respuesta natural a la incertidumbre. Para Sebastián Menescaldi, director asociado de Eco Go, el traslado a precios de un eventual salto cambiario por desaparición del cepo dependerá de la magnitud de dicha diferencia por lo que, a diferencia de lo que ocurrió en diciembre de 2023, cuando desató una ola de remarcaciones contenidas, la situación es diferente y la brecha cambiaria no pasa del 20%. “Por un lado hay precios relativos mucho más alineados y, además, el Gobierno ganó credibilidad en el mercado con todo lo que hicieron. Entonces, la perspectiva hacia adelante de los precios debería ser menor. Está claro que todo esto queda atado a la política”, subraya, Eso sí, también cree que la coyuntura política en año electoral podría desmadrar los equilibrios que se puedan ir alcanzando.

Por su parte, el profesor de la UCEMA Federico Pablo Vacalebre, recuerda que el mercado sigue viendo que la tendencia es ir hacia la unificación, pero sin llegar a torcerse el rumbo general de la política económica que parece ser percibido como firme. “Primero por el tema de la disciplina fiscal, que es algo que evidentemente es innegociable que desde el Ejecutivo no creo que eso pueda llegar a quebrarse en ninguna circunstancia”, apunta. El otro punto de referencia es el del objetivo del acuerdo con el Fondo: un Banco Central esencialmente más robusto. “Se debe buscar tener un sistema financiero más confiable y, eventualmente, eso derivaría en mayor estabilidad del sistema y de la moneda. Cuestiones que van todas en la misma dirección: bajar la inflación, tener un Banco Central independiente y fuerte y que en algún momento la mentada unificación cambiaria efectivamente llegue”, agrega.

Un punto que marca para una senda más optimista es el dato de la inflación mayorista de febrero: +1,6% con lo cual ya está perforando el piso del 2% mensual anterior. “Creo que es la tendencia en cuanto a la inflación y también en cuanto a la tasa de referencia en el mercado, sobre la cual hoy están ‘volando’ los créditos hipotecarios y la financiación de algunos sectores a través del instrumento de obligaciones negociables”. ¿Es todo esto un temblor antes del inicio de una sensible reactivación o quedará encapsulado en zonas y segmentos aislados entre sí? Una respuesta que solo dará una política económica cuando deje de cubrir urgencias y tenga un horizonte más extenso.

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