domingo, 13 abril, 2025
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Se estrenó Viva la libertad!, con poco Lalo Schifrin y mucha grandilocuencia y literalidad de su coautor Rod Schejtman

¡Viva la libertad!, la sinfonía de Lalo Schifrin y Rod Schejtman tuvo su estreno mundial en Auditorio Nacional del Palacio Libertad, interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional y dirigida por el maestro Emmanuel Siffert.

Schifrin, uno de los compositores más significativos del siglo XX, escribió la música de más de cien películas de Hollywood, trabajó con leyendas como Clint Eastwood y colaboró con grandes figuras del jazz como Dizzy Gillespie, Ray Charles, Ella Fitzgerald, y también con Astor Piazzolla, explicó con sus 92 años que compuso con Schejtman una sinfonía dedicada a la Argentina y al optimismo conjunto de que sus mejores días están por venir.

La Orquesta Sinfónica Nacional tocó la sinfonía «¡Viva la libertad!» de Lalo Schifrin y Rod Schejtman en el Palacio Libertad. Foto Juano Tesone

«Es un homenaje al espíritu resiliente que nos define como argentinos, celebrando la perseverancia como un mensaje universal, encarnado también en la figura del presidente Javier Milei”, declararon ambos autores. Se especuló con la presencia del presidente, pero la coyuntura económica retuvo al jefe del Ejecutivo con el anuncio de las nuevas medias económicas en cadena nacional.

Los detalles de la obra

El icónico tema Misión Imposible, mundialmente reconocido y que inmortalizó a Schifrin con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, abrió y, a modo de bis, coronó la noche del concierto. Las asociaciones se impusieron en la particular coyuntura después de los anuncios sobre el nuevo rumbo de la economía: sacar a Argentina adelante, a pesar de los auspiciosos deseos de los compositores, ¿será una misión imposible?.

La Orquesta Sinfónica Nacional y dirigida por el maestro Emmanuel Siffert en la sinfonía «¡Viva la libertad!» de Lalo Schifrin y Rod Schejtman. Foto Juano Tesone

Durante seis meses, Schifrin y Schejtman –de quien sólo sabemos que se presenta como el «Ganador mundial de la Copa Mundial de Música Clásica» organizada en Viena- trabajaron en Los Ángeles durante seis meses para crear la sinfonía que se acaba de estrenar.

“Nuestro amor por la música y por nuestra patria nos unió en este proyecto histórico”, dice Schejtman en un fragmento del documental Lalo, de Alejandro Clancy, que registró el proceso de composición y se proyectó en el intermedio del concierto, a modo de adelanto. “Una sinfonía que refleja nuestra profunda conexión con la Argentina. Esta obra no solo es un homenaje a nuestra tierra, sino también una celebración de nuestra visión compartida del futuro de la música clásica”, dice Schejtman en el documental.

Las declaraciones de Schejtman son tan rimbombantes como su música. La Magia di Vivere se escuchó al final de la primera parte, luego de un recorrido por algunas de las músicas más icónicas de Schifrin: The Plot de Misión: Imposible, Dirty Harry Suite, Bullitt, Mannix, Cincinnati Kid, todas muy bien interpretadas por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Emmanuel Siffert, con la participación destacada de Oscar Giunta en batería, el bajista Pablo Motta y el pianista Abel Rogantini.

El pianista Abel Rogantini fue uno de los invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Emmanuel Siffert. Foto de prensa gentileza Luciana D’Attoma/DNEE

La primera parte del concierto fue un buen prolegómeno para entender la Sinfonía conjunta que se escuchó en la segunda parte del concierto. Algo ramplón atraviesa La Magia di Vivere, la obra está construida con una lógica emocional muy explícita, que no deja demasiado margen a la ambigüedad ni a las tensiones; todo suena genérico, como las muestras de diferentes géneros musicales que los órganos traían de fábrica.

El raquitismo emocional tiene su base en un uso limitado de recursos, contrastes que se generan a fuerza de cambios de intensidad y la densidad instrumental, y la percusión como insistente protagonista en las transiciones.

El contraste con la música de Schifrin que precedió a La Magia di Vivere fue más que elocuente. La vitalidad y la imaginación que atraviesa cada una de las músicas del creador de Mannix (su inconfundible línea lírica en una pequeña sinfonía pop con alma de big band) su habilidad para combinar géneros creando una sonoridad única, relacionado con su enfoque experimental e innovador, no asoman en la Sinfonía ¡Viva la Libertad!, tampoco el swing.

La sinfonía «¡Viva la libertad!» de Lalo Schifrin y Rod Schejtman se interpretó en el auditorio principal del Palacio Libertad. Foto Juano Tesone

Schejtman dedicó unas palabras antes de la ejecución de la sinfonía, además de los agradecimientos de rigor, saludó a Schifirin que estaba escuchando el concierto vía streaming desde Los Ángeles, y se refirió a la obra conjunta como la “la historia de dos vidas, dos mundos (…) dos generaciones separadas por medio siglo, dos voces únicas pero fusionadas, aun a partir de esas diferencias, con el propósito de componer una sinfonía”.

El desbalance que hay entre esos dos mundos se escucha en la obra. Una melodía de ocho segundos que Schifrin trasmitió vía telefónica inició la sinfonía, explicó Schifrin en el documental, material que luego él desarrolló. Esos ocho segundos, que reaparecen varias veces a lo largo de la obra, es la única huella de Lalo en una obra de 38 minutos de duración.

En la débil conducción formal, los tres movimientos se escuchan como uno solo con la ausencia de contrastes fuertes. La falta de imaginación rítmica y tímbrica complica aun más las cosas para seguir la obra con interés. Lo que se escucha finalmente es una yuxtaposición de secciones con melodías más o menos atractivas y evocativas, donde se abusa de recursos como el unísono o la percusión en las transiciones y el reiterado uso del volumen y la densidad instrumental como único recurso para los contrastes y la generación de clímax.

Rod Schejtman junto a la Orquesta Sinfónica Nacional y el maestro Emmanuel Siffert en el Palacio Libertad. Foto de prensa gentileza Luciana D’Attoma/DNEE

En Viva la Libertad!, que fue presentada como una sinfonía de dos voces, lo que se escuchó reveló un desequilibrio evidente: el legado de Lalo Schifrin, con su oficio refinado y su imaginación siempre inquieta, apenas se intuye en una obra dominada por la grandilocuencia y la literalidad de su coautor.

El homenaje al espíritu argentino queda así más enunciado que expresado musicalmente. La ovación del público premió el acontecimiento, la nostalgia por un Schifrin legendario, y la emotividad del gesto. Pero desde lo artístico, la sinfonía deja más preguntas que respuestas: sobre su construcción, su autenticidad colaborativa, y sobre el verdadero alcance de la libertad cuando se la invoca como consigna, pero no se la ejerce como forma.

Ficha

¡Viva la Libertad!, Sinfonía de Lalo Schifrin y Rod Schejtman

Orquesta Sinfónica Nacional

Emmanuel Siffert, director

Solistas invitados: Oscar Giunta, batería; Pablo Motta, bajo; Abel Rogantini, piano

Palacio Libertad, Auditorio Nacional

Viernes 11, próxima presentación sábado 12. Entrada libre

Calificación: Bueno

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