La noche del 5 de mayo, la comunidad educativa del colegio Domingo Savio vivió una emotiva jornada de fe, alegría y encuentro con motivo de la tradicional serenata en honor a su santo patrono, Domingo Savio. El evento se realizó en el patio de la institución y contó con la entusiasta participación de estudiantes de los tres niveles —inicial, primario y secundario— acompañados por sus docentes y familias.
Desde temprano, se vivía un clima festivo y de preparación. Con gran compromiso, los estudiantes presentaron números artísticos que combinaron música, danza y mensajes alusivos a los valores que representa Domingo Savio: la fe, la alegría y el servicio. Los profesores también estuvieron activamente involucrados en la organización y coordinación de las actividades, acompañando a sus alumnos en cada momento.
La velada contó además con la presencia de artistas invitados, quienes sumaron su talento para animar aún más la noche.
La comunidad educativa, junto a vecinos y familias que se acercaron, disfrutó de un ambiente cálido y participativo, fiel al espíritu salesiano.
Como es tradición en este tipo de celebraciones, no faltaron los puestos de venta de comida, gestionados por familias y docentes, cuyos fondos serán destinados a proyectos escolares y solidarios. Empanadas, pastelitos, tortas y otras delicias regionales se ofrecieron a los asistentes, aportando un sabor especial a la noche.
La serenata a Domingo Savio no solo fue una manifestación de devoción, sino también una oportunidad para fortalecer la identidad institucional y comunitaria, reafirmando el compromiso con los valores educativos que promueve la obra salesiana.
Santo Domingo Savio
Domingo Savio tuvo una vida muy sencilla, pero en poco tiempo recorrió un largo camino de santidad, obra maestra del Espíritu Santo y fruto de la pedagogía de san Juan Bosco.
Había nacido en San Giovanni di Riva (cerca de Chieri, provincia de Turín) en una familia pobre de bienes materiales, pero rica de fe.
Su niñez quedó marcada por la primera comunión, hecha con fervor a los siete años, y se distingue por el cumplimiento del deber.
A sus doce años tuvo lugar un acontecimiento decisivo: el encuentro con San Juan Bosco, que lo acoge, como padre y guía, en Valdocco (Turín) para cursar los estudios secundarios.
Al descubrir entonces los altos horizontes de su vida como hijo de Dios, apoyándose en su amistad con Jesús y María se lanza a la aventura de la santidad, entendida como entrega total a Dios por amor. Reza, pone empeño en los estudios, es el compañero más amable.
Sensibilizado en el ideal del Da mihi ánimas de san Juan Bosco, quiere salvar el alma de todos y funda la compañía de la Inmaculada, de la que saldrán los mejores, de la que saldrán los mejores colaboradores del fundador de los salesianos.
Habiendo enfermado de gravedad a los 15 años, regresa al hogar paterno de Mondonio (provincia de Asti), donde muere serenamente el 9 de marzo de 1857 con la alegría de ir al encuentro del Señor.
Pío XII lo proclamó santo el 12 de junio de 1954.