El carancho es un ave que se alimenta de carroña. No caza: espera. Desde lo alto de una rama, vigila a su presa. Se posa con paciencia sobre algún árbol y observa. Si el animal está herido, agonizando, o ya muerto, baja y se sirve. Come hasta saciar su hambre y se va. A veces, incluso comienza su picoteo cuando la víctima todavía respira.
Desde el punto de vista de la naturaleza, el carancho cumple un rol en el equilibrio del ecosistema: ayuda a deshacerse de cuerpos en descomposición que podrían propagar enfermedades. Pero en política, lamentablemente, también existen caranchos. No están para sanear. Están para aprovecharse.
En nuestro país, y particularmente en nuestra provincia, estos caranchos aparecen siempre en la misma época: en vísperas de elecciones. Son figuras de la política opositora que no traen propuestas ni ideas. Se alimentan del dolor de nuestro pueblo. Observan desde las redes sociales, la televisión o la radio. Detectan una necesidad, una angustia o una injusticia, y cuando perciben que el dolor es real, que hay desesperación, bajan.
Pero no bajan para ayudar. Bajan para usar. Te convencen de hacer cosas desesperadas: cortar una ruta, tomar una vivienda, enfrentar a tu vecino. Sacan fotos, filman tu rostro y el de tu familia, hacen ruido con tu sufrimiento. Y luego se van, con el pico lleno de carroña política. Vos te quedás con las causas judiciales, con el problema encima. Ellos, con sus fueros o sus cargos, vuelan alto otra vez.
Frente a eso, quienes integramos el Modelo Formoseño no necesitamos hablar de esos caranchos. No vamos a hacer campaña sobre la miseria. Nuestro pueblo cree en un Estado presente, en funcionarias y funcionarios que trabajan para resolver los problemas reales, con lo que hay, en el tiempo que se puede, pero con compromiso y verdad. No usamos tu imagen para construir una candidatura. No nos paramos sobre tu herida para ganar likes ni lugares en listas opositoras.
Tu gobierno te escucha. No te usa. Te acompaña. Y vos estás más vivo que nunca. El 29 de junio, no permitas que te picoteen el dolor. Con la boleta azul completa, dales un garrotazo.
J.R Lezcano
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