martes, 27 mayo, 2025
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Todos los días hay un vidrio roto: la otra batalla del transporte público en Formosa

Mientras el transporte urbano de pasajeros avanza a contrarreloj para ampliar su cobertura en la ciudad, una guerra silenciosa lo golpea desde adentro: el vandalismo diario, despiadado y reiterado, amenaza con destruir lo construido en poco más de un año. Fabián Olivera, director de Transporte de la Municipalidad de Formosa, no esconde su preocupación: “Todos los días hay un vidrio roto. Ayer en el Lote 110, anteayer en El Porvenir. No damos abasto”.
La frase cayó como un balde de realidad en la entrevista brindada en vivo en Expres en Radio, donde Olivera relató, con detalles crudos, cómo las agresiones a unidades, los ataques a choferes y la inseguridad condicionan el servicio y paralizan recorridos enteros.
“Hace un mes, los colectiveros ya no querían entrar más al barrio Namqom. Era diario: lunetas destrozadas, intentos de apuñalar a los choferes… ¿Cómo le pedís a alguien que arriesgue la vida para manejar un colectivo?”

Vandalismo sin
sentido, pero con
consecuencias millonarias

Los ataques, además de poner en riesgo a trabajadores y usuarios, tienen un costo altísimo: “Cada vidrio roto cuesta dos millones de pesos. Y cuando se rompe un colectivo, se pierde por lo menos tres días de servicio”, explica Olivera.
Y no se trata de casos aislados. La escena se repite casi como una rutina siniestra: piedrazos, hondas, agresiones, robos. “La semana pasada agarraron a dos chicos de 14 y 15 años rompiendo un colectivo con una honda en la Avenida Alfonsín. ¿Qué hacés frente a eso? ¿Cómo frenás algo que parece no tener sentido?”

El avance del servicio,
a pulmón y sin subsidios

Pese a todo, la gestión no se detiene. Según el funcionario, en apenas un año se logró reactivar y rediseñar múltiples recorridos, ampliando la cobertura a barrios históricamente olvidados por el transporte público.
“Después de muchos años, San Isidro volvió a tener colectivo. Reorganizamos líneas como la K, la L del Luján, 1° de Mayo, El Porvenir, República Argentina, Simón Bolívar… Todos esos colectivos vuelven a pasar por Eva Perón y cruzan avenida Maradona hasta llegar al centro. Conectamos desde Lisbel Rivira y San Antonio hasta el Circuito 5. También pusimos dos líneas en Lote 110 y 111 que llegan al Circuito. Todo esto lo hicimos sin subsidios, con el boleto más barato de la región”, detalló.
Pero el precio de ese avance es altísimo. Cada nuevo recorrido es también un nuevo blanco. Donde va el colectivo, también llegan las piedras.

Refuerzos policiales
para ingresar a los barrios

Frente a los ataques, la Municipalidad debió articular operativos con la Policía para garantizar el ingreso de las unidades en zonas críticas. En Namqom, por ejemplo, los colectivos ya no ingresan solos.
“Hablé con el comisario Herrera y desde entonces, después de cierta hora, un oficial se sube en la esquina de la Subcomisaría para acompañar al colectivo hasta el fondo. No es lo ideal, pero es lo que podemos hacer”, admite Olivera.
Situación similar se vive en Lote 110 y 111, donde la cabecera se estableció frente a una comisaría, y desde las 5 de la mañana un efectivo policial escolta las unidades.
“Tenemos que poner un policía para que un colectivo pueda circular. Eso dice mucho de dónde estamos parados”, lanzó el funcionario.

Una ciudad que
necesita despertar

A pesar del crecimiento del sistema, Olivera reconoce que no basta con que los colectivos circulen. Hay que cambiar la mirada ciudadana: “El objetivo del intendente era que la gente vea como algo común al colectivo, que forme parte de la vida diaria. Pero no podemos naturalizar que todos los días alguien lo destruya”.
La ciudad logró lo más difícil: volver a tener un sistema funcionando, creciendo, conectando barrios. Pero ahora enfrenta una amenaza interna, un sabotaje cotidiano que erosiona lentamente los avances.
“Nos cuesta mucho. Pero seguimos. No nos vamos a quedar quietos. Aunque duela, aunque dé bronca. Hay mucho por hacer, y no vamos a frenar”, cerró Olivera.

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