Coimas y sobornos no son novedad en la historia argentina. La palabra comienza a usarse en el Río de la Plata desde el siglo XVII y tiene origen portugués según Ricardo Soca en La fascinante historia de las palabras. Era el pago que se realizaba a los dueños de los garitos o casas de juegos clandestinos. Con el tiempo fue mutando hasta su significado actual: la coima como plata recibida por una o varias personas para facilitar en forma ilegal un negocio a particulares.
En el país hay conocidos desde mediados de siglo XIX, osea desde la época en que el Estado nacional estaba construyéndose. Pero detengámonos en un pasado mucho más reciente.
Ni Karina fue pionera en usar el sufijo “gate” ni Martín y Lule fueron los primeros Menem asociados a coimas. Más bien es algo de familia. A comienzos de 1991 estalló el escándalo conocido como “swiftgate” y fue el primer caso de corrupción que atravesó el gobierno de Carlos Saul Menem. Y el primero en difundirse en forma mediática.
Había ganado las elecciones presidenciales como candidato del peronismo apenas un año antes en medio de una crisis social y económica muy grande que llevó a adelantar la asunción seis meses.
Menem llegaba al escándalo ya mostrando su verdadera cara. Si en campaña había prometido revolución productiva y “salariazo”, hizo todo lo contrario. Para tener una idea a fines del año 91 se llegaba con la aprobación de autorizar vales por comida, en lugar de plata, y la reglamentación y limitación del derecho a huelga.
El 6 de enero de 1991 Horacio Verbitsky publicó en Página 12 un artículo donde decía que una empresa alimenticia estadounidense – sin nombrar cual- denunció en la embajada de Estados Unidos que funcionarios argentinos les pidieron coimas para resolver una traba impositiva que necesitaba la empresa, para importar maquinaria destinada a una planta en el Litoral.
Poco después se supo que la empresa era Swift-Armour, entonces perteneciente al gigante estadounidense Campbell Soup. También se supo que quien pidió las coimas fue Emir Yoma, el cuñado de Menem y su asesor presidencial.
El embajador Todman denunció corrupción. El gobierno menemista fue muy golpeado, la mitad del gabinete tuvo que renunciar, incluidos el ministro de economía Erman González y Yoma. El caso mostraba a coimeros locales queriendo aprovecharse de un negocio en dólares, pero también a la empresa haciendo su jugada: darle a Estados Unidos un mayor margen de presión en los negocios que tenía en el país. No es casualidad que Domingo Cavallo llegara al Ministerio de Economía en ese momento. Tenía excelentes relaciones con el establishment y apenas llegó, hizo más ajuste. No es un dato menor que Swift haya sido una de las empresas beneficiadas por la estatización de la deuda que hizo el mismo Cavallo como titular del Banco Central, pasando de ser parte de la deuda pública. En otras palabras, pagada ¡con la tuya contribuyente!.
La de coima de Yoma no fue una crisis terminal. Menem estaba sostenido por el Partido Justicialista, por la CGT y el Congreso. Y afianzó relaciones (y dependencia) con el país del norte. Fue el que encabezó un plan neoliberal clásico con privatizaciones, desmantelamiento de la industria y de las dependencias estatales, más deuda, reformas laborales y leyes antiobreras. Fue apoyado por todo el arco político.
El movimiento obrero no pudo responder a la altura del ataque. Ya venía diezmado y debilitado, primero por el genocidio de la última dictadura militar y después por los ataques al bolsillo que hizo Alfonsin ya bajo gobierno constitucional. Además tuvo que enfrentar las privatizaciones. La dirigencia sindical dejó pasar todo mientras negociaban en la Rosada y se quedaran con la caja de los sindicatos. Mientras leyes flexibilizadoras desunieron y dividieron a la clase trabajadora entre ocupados, desocupados, tercerizados, contratados, etc.
El “Swiftgate” fue ampliamente cubierto por la prensa y Menem llegó a hablar de “delincuentes periodísticos” demostrando que el odio a la libertad de prensa tampoco es innovación mileista.
Las elecciones legislativas del año 91 se produjeron entre agosto y diciembre, varios meses después de los hechos, pero se sintió igual. La participación fue alta, el 80%, porque las expectativas por el sistema decrático era muy alto teniendo en cuenta el desastre que había sido la dictadura; aunque el ausentismo creció del 15 al 20% con respecto a las elecciones del 89. El PJ perdió entre 4 y 5 puntos y la victoria fue más estrecha.
Este sería el primero de muchos actos de corrupción que estallaron en los 10 años de gobierno de Menem. El resultado de su plan económico, mejor dicho el estallido del mismo, tendrá consecuencias profundas en la crisis de representación política de los años siguientes y en el crecimiento de la resistencia. Particularmente en el movimiento de desocupados que se extendió en todo el país, que incluso generó el surgimiento de alas más “críticas” dentro de la dirigencia sindical como Hugo Moyano.
Fernando De La Rúa se presentó a las presidenciales del año 99 como el hombre que venía a terminar con las fiestas de Olivos, los sobornos y la mala política. Así se consolidó como el candidato opositor a Menem dentro de una coalición de radicales, peronistas y centroizquierdistas llamada Alianza.
Este spot lo es todo. Muestra la campaña anticorrupción que le permitió ganar las elecciones.
La Alianza lejos de mostrarse como alternativa al menemismo, fue la continuidad de su plan económico. Algunos datos que lo reflejan: la desocupación empezó a subir en 1996 y en 2001 superó el 16% y en 2022 llegó a 22%. El trabajo no registrado pasó del 28% en 1990 al 39% en 1999.
La resistencia creció con el tiempo y la represión en los cortes de ruta también. El malestar social era cada vez mayor. En enero del 2000 la Alianza envía al Congreso una reforma laboral pedida por la Unión Industrial Argentina, aprobada en mayo gracias a los votos de los diputados y senadores peronistas. En Rebelde y precarizada, Nicolás del Caño explica bien claro en qué consistía esta reforma:
“Era una vuelta de rosca a las que se habían realizado en los años noventa. Ampliaba el período de prueba, derogaba la ultraactividad de los convenios, limitaba el ejercicio del derecho a huelga y fomentaba acuerdos por empresas”.
A pocos días de aprobada la reforma, Moyano que dirigía la CGT disidente declaró que el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, le dijo que: “para convencer a los senadores tenemos la Banelco». Se refería a la tarjeta de débito simbolizando el soborno para obtener el apoyo necesario en el Senado para sancionar la reforma laboral y pasó a la historia como «ley banelco«. El escándalo fue total. El gobierno coimeando peronistas fue una imagen de descrédito nacional de todas las instituciones.
Fue el principio del fin de la Alianza. Un vicepresidente renunciado, desprestigio de la figura presidencial, De La Rúa era imitado como un tipo desorientado en todos lados. En las elecciones de octubre 2001 el gobierno se hundió. El malestar por el plan económico y la continuidad de la corrupción se canalizó en el voto bronca, en blanco o impugnado. Pero no terminó ahí la respuesta social porque la protesta creció sobre todo después del corralito bancario que confiscó ahorros a trabajadores, profesionales y comerciantes.
El 13 de diciembre la CGT tuvo que convocar a un paro general, le siguieron saqueos, represión, el “que se vayan todos”, la «batalla de Plaza de Mayo», las movilizaciones masivas y finalmente la renuncia de De la Rúa. Las calles fueron protagonistas pero en forma de movilización espontánea y sin una dirección política que defendiera los intereses de los trabajadores.
El kirchnerismo vino a canalizar institucionalmente toda esa bronca y malestar para que se mantenga dentro de los límites de la normalidad burguesa, después de que Duhalde haga el trabajo sucio y devalúe. Para lograr componer la situación tuvo que conceder a los trabajadores mejores condiciones en el marco de una economía con el viento a favor; aunque nunca tocó la estructura del trabajo de fondo en Argentina. La precarización y la tercerización continuaron avanzando.
Tampoco estuvo exento de casos de corrupción. La imagen de José López revoleando bolsos con plata de la obra pública en un convento de Moreno no va a irse de la memoria popular por mucho tiempo. Se suman además muchos casos de enriquecimiento ilícito y de eternas estafas como el soterramiento del tren Sarmiento, factores que junto a la situación económica no resuelta hicieron que muchos jóvenes vean en Milei una alternativa “anticasta” a esta política. De Macri y Alberto nada nuevo se esperaba y con razón, continuaron con la misma lógica y prácticas que sus antecesores.
La corrupción trasciende a los partidos, es un problema estructural del sistema capitalista que expresa la red de favores que existe entre empresarios y políticos, por eso entre los peronistas siempre te puede aparecer un dipu coimero. No olvidarse del senador Kueider que a fines del 2024 fue detenido en Paraguay con 200 mil dólares y 600 mil pesos sin declarar. Su voto había sido clave para aprobar la Ley Bases.
Hoy en plena campaña electoral, otra vez una coima burda y clásica está en el centro de la escena política golpeando de lleno a un gobierno. Otra vez en medio de una crisis política y económica importante. Otra vez vemos a un líder político decir que venía a terminar con la casta y se terminó mostrando como el mejor garante de que ésta siga funcionando impunemente. Otra vez la CGT no quiere hacer nada.
El “Karinagate” es mucho más cercano para la gente que el “libragate” y las crypto. Esto es con la plata de los jubilados y discapacitados; y otra vez los Menem están metidos. Muchos jóvenes que lo votaron se están chocando contra un muro muy grande y están sacando conclusiones. Hay ganadores, pero no son ellos.
En el transcurso de los próximos días se verá cuando afectó al gobierno en el plano electoral el 3% de Karina. Un factor político distinto a los otros momentos de la historia que contamos acá, es que hoy el peronismo está en una crisis interna muy grande, donde las peleas por cargos y poder dejan desconcertados hasta a sus militantes. Y a la vez, que hay una izquierda revolucionaria con más peso e influencia, incluso con mayores simpatías hacia sus referentes e ideas después de conocerse las coimas de Karina. Mostrando que la izquierda es la única que no se vende y que sus diputados son consecuentes y honestos. A Myriam Bregman y Nicolás del Caño se los ve todos los miércoles apoyando a los jubilados, se los ve acompañando todas las luchas y denunciando los negociados a espaldas del pueblo.
Otro factor que puede ser distinto hoy es la respuesta y la salida a la crisis. ¿Puede venir de la mano de los trabajadores con sus propios métodos de lucha como la huelga general y con sus organizaciones puestas a disposición de ésto? Hay fuerzas sobre las que apoyarse: los estudiantes, los jubilados que son mucho más representativos que muchos dirigentes; y también en el movimiento obrero se empieza a despertar, a sentir la bronca, poner resistencia y exigir a los sindicatos que se muevan como se vió en la UOM de San Nicolás pero también trabajadores de Secco, de la salud, o los choferes el lucha.
Se puede derrotar el plan de Milei y no caer en la misma de siempre. La sociedad está haciendo una nueva experiencia y el resultado todavía está por verse.