viernes, 5 septiembre, 2025
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La corrupción, un problema que nace en el poder económico (Por J.R. Lezcano)

Cuando se habla de corrupción, la mayoría piensa en la política. Pero conviene mirar más allá de ese reflejo inmediato: la corrupción no es exclusiva de un partido, de un dirigente o de un gobierno. Es un problema sistémico, profundamente humano, que atraviesa a todas las actividades sociales.

Lo llamativo es que rara vez se apunta a los grandes responsables: las élites empresariales y financieras, esas que viven presionando a los gobiernos de turno para sostener privilegios y contratos millonarios.

Durante décadas se nos vendió la idea del “señor mercado”, humanizado por profesionales del sector, que en su mayoría, trabajan para los mismos que especulan con nuestras divisas. Así escuchamos frases absurdas repetidas como verdades: “el mercado siente”, “el mercado sospecha”, “el mercado espera”. Una ficción discursiva que encubre prácticas mafiosas.

Los gobiernos, sean progresistas o conservadores, casi siempre apenas asumen se ven acosados por esas fuerzas económicas. Incluso quienes llegan con banderas de transparencia descubren pronto que la pelea no es tanto contra “los políticos corruptos”, sino contra un poder que exige continuidad en sus negocios. Y cuando un gobierno intenta modificar ese reparto, aparecen operaciones, audios filtrados, cámaras ocultas y videos “escandalosos”. No son casuales: son herramientas de presión.

Con cada cambio de administración los contratos se reacomodan. Los negocios no desaparecen, cambian de manos. La corrupción no se corta: simplemente se redistribuye entre nuevos beneficiarios, salvo que haya controles firmes y reformas de fondo.

Las filtraciones seguirán apareciendo y los videos se multiplicarán. Mientras tanto, se nos quiere convencer de que la corrupción tiene nombre y apellido partidario: peronistas, radicales, socialistas o libertarios. Lo cierto es que el rostro más oculto y persistente de la corrupción es el empresarial.

Si realmente queremos enfrentar este flagelo, no alcanza con señalar a tal o cual dirigente. La clave está en desarmar las redes mafiosas que colonizan los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales. De lo contrario, los gobiernos seguirán siendo rehenes de esos grupos que no se presentan a elecciones, pero deciden más que muchos votos.

La corrupción no es solo política: es sistémica, y empieza por el poder económico.

J.R Lezcano
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