martes, 30 septiembre, 2025
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Milei y su sueño húmedo guaraní (Por Agustín Cantero)

El presidente Javier Milei estuvo de visita días pasados en Asunción, en una agenda que combinó actividades institucionales y partidarias. Fue uno de los oradores principales en la Cumbre de Acción Conservadora, un grupo que profesa ideas de derecha y del cual el mandatario argentino es uno de los principales referentes globales.

Hasta aquí parecería un viaje más, como tantos otros. Sin embargo, hubo algo que llamó poderosamente la atención: en este foro conservador Milei expresó textualmente que Paraguay es su “ejemplo a seguir”. Y creo, como pocas veces antes, que se trata de una de sus declaraciones más reveladoras en el último tiempo. Con esas palabras mostró con claridad en qué espejo decide mirarse, hacia dónde orienta sus aspiraciones y cuál es la meta a la que pretende conducirnos.

Muchos preferirían compararse con países de mayor igualdad, mejores indicadores sociales y con instituciones sólidas. Pero, como dice el dicho popular, “sobre gustos no hay nada escrito”. La tradición libertaria va en otra dirección. Ludwig von Mises, uno de los autores de cabecera de Milei y exponente del liberalismo clásico de la Escuela Austríaca de Economía, sostenía que “los Estados solo deberían proveer servicios esenciales como seguridad, justicia y defensa”. De allí surge la “motosierra” que aplica sin miramientos en todas las áreas que no considera prioritarias, en línea con su formación anarcocapitalista.

Paraguay, el país de la desigualdad

Existen múltiples factores que hacen de Paraguay un país profundamente desigual, con servicios públicos defectuosos y una clase media casi inexistente. La concentración de tierras en manos de grandes terratenientes es uno de ellos: el país del mariscal López encabeza este ranking en América Latina.

La calidad y el acceso a la educación dependen en gran medida de los ingresos familiares. Las condiciones socioeconómicas son un obstáculo enorme para que niños, niñas y adolescentes puedan sostener su escolaridad. Según la UNESCO, solo el 22% de las niñas y el 16% de los niños en el nivel primario alcanzan un nivel mínimo de competencia en lectura. Un dato alarmante.

El país guaraní cuenta con aproximadamente 1,5 millones de personas entre 15 y 29 años, lo que representa el 25,4% de la población, según el Instituto Nacional de Estadística. A pesar de ser una sociedad mayoritariamente joven, este grupo etario sufre especialmente el desempleo. Muchos acceden apenas a empleos informales, sin seguridad social ni cobertura médica. Solo el 23,1% de la población joven cuenta con estos beneficios, lo que evidencia la gran precariedad laboral existente.

Un dato que ayuda a graficar la brecha entre ricos y pobres es el acceso a internet, herramienta vital en pleno siglo XXI. En Asunción y el Departamento Central, el 82,8% de los jóvenes tiene acceso. En cambio, en departamentos rurales como Paraguarí y San Pedro el porcentaje desciende al 20,8% y al 24%, respectivamente.

Estos son apenas algunos indicadores que permiten dimensionar el estado de la República del Paraguay, el faro en el que Milei dice mirarse. Resulta llamativo que, más allá de haber sostenido un crecimiento económico anual, con inflación controlada y una macroeconomía ordenada que atrae capitales extranjeros —muchos de ellos argentinos—, esos logros no se traducen en bienestar social. La población sigue padeciendo los efectos de un Estado ineficiente, corrupto y prebendario, gobernado casi ininterrumpidamente durante más de medio siglo por la Asociación Nacional Republicana, salvo el breve paréntesis de Fernando Lugo y Federico Franco.

Miradas amplias, no espejos estrechos

La Argentina necesita miradas más amplias y acuerdos estratégicos, más allá de la obsesión presidencial con la macroeconomía, que todavía no impacta en la vida cotidiana de la gente. El anhelo de “parecerse a Paraguay” no representa a la gran clase media argentina, que, con todas las dificultades atravesadas a lo largo de su historia, ha sido ejemplo de esfuerzo y superación. Es esa clase media la que debe inspirar a la dirigencia para sacar al país del atraso.

Ni el deseo de imitar a Paraguay ni la mirada exclusiva en los capitales financieros ofrecen un futuro posible. La salida está en fortalecer el tejido productivo, generar más oportunidades de trabajo, apoyar a las Pymes —fuertemente castigadas en poco tiempo—, y apostar al campo, la industria, la ciencia, la tecnología y el valor agregado. Todo ello, lejos de la lógica amigo–enemigo que atraviesa a populismos de izquierda y de derecha.

El desafío es construir una mayoría capaz de sentarse a definir políticas de Estado a largo plazo. No un péndulo entre un Estado omnipresente y una motosierra implacable cada cuatro años.

El futuro se construye. Mientras tanto, por el bien del pueblo argentino, esperemos que quede en el olvido el “sueño húmedo guaraní” de los conservadores.

Agustín Cantero
 Delegado al Comité Nacional de la Juventud Radical

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