lunes, 8 diciembre, 2025
InicioSociedadLa Inmaculada Concepción de María: Dogma, Esperanza y Vocación a la Santidad

La Inmaculada Concepción de María: Dogma, Esperanza y Vocación a la Santidad

El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, presidió la misa de la mañana del 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, y ofreció una extensa y profunda homilía. En su mensaje, no solo profundizó en el significado teológico del dogma mariano, sino que también lo entrelazó con el llamado a la conversión del Año Jubilar 2025 y el desafío de contrarrestar el mal en el mundo contemporáneo.


I. La Santísima Madre Preservada: Fundamento y Significado del Dogma

El Obispo inició la celebración expresando la profunda alegría de la Iglesia: «Qué hermoso queridos hermanos que desde la mañana estemos reunidos en el nombre del Señor para honrar y venerar a su Santísima Madre que es también Madre de la Iglesia, Madre de la Humanidad, Madre Nuestra, la Santísima Virgen María.» Esta reunión matutina es el corazón de la fe que honra a María en la Solemnidad de su Inmaculada Concepción.

Monseñor Conejero detalló el contexto histórico y teológico del dogma: aunque fue proclamado solemnemente en el siglo XIX por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, la fe en la preservación de María es ancestral. «la Iglesia desde siempre, desde los primeros siglos, fundándose en la Palabra de Dios, reconoció, creyó y profesó que María estaba limpia, inmaculada, preservada de toda mancha de pecado.»

La prueba más clara de esta predilección divina se encuentra en la Anunciación. El saludo del Arcángel Gabriel a María, «Dios te salve, María, dice, llena eres de gracia, el Señor está contigo,» es la base de la oración del Ave María y la confirmación de su pureza. «no podía ser de otra manera y como afirman los santos convenía que aquella que iba a ser la Madre del Hijo de Dios, el Salvador, la Palabra Eterna del Padre, estuviera limpia, sin mancha alguna de pecado,» enfatizó el prelado. Esta preservación no fue un mérito personal, sino un don excepcional obrado «por los méritos de su propio Hijo Jesucristo.» Es por ello que la veneración a María en esta solemnidad une a la Iglesia y, según el Obispo, «creo que el mundo entero celebra con alegría esta solemnidad.»

II. Designio de Dios, Pecado Original y Triunfo de la Gracia

El Obispo profundizó en el contraste entre el designio original de Dios y la realidad del pecado. Recordando la segunda lectura de San Pablo a los Efesios, subrayó que «el designio de Dios fue crear al hombre, varón y mujer a su imagen y semejanza, para que fuera santo, porque Dios es santo.» No obstante, la facultad de la libertad introdujo el error: «ya desde el inicio con nuestros primeros padres, Adán y Eva, usamos mal la libertad y sucumbimos a la tentación del pecado,» una desobediencia que, reconoció, «también nosotros experimentamos en nuestra vida.»

Esta realidad es la razón por la cual «todos nacemos con el pecado original.» Sin embargo, en un acto de amor y soberanía, «Dios preservó a la madre de su Hijo de toda mancha, desde el primer momento de su concepción, en el seno de Santa Ana,» la madre de María Santísima según la tradición. Es decir, Dios demostró que su plan de santidad podía cumplirse perfectamente en una criatura humana a través de Su Gracia.

La respuesta de María a este don inmenso es el ejemplo de humildad por excelencia, manifestada en su cántico. «Por eso ella reconoce en su cántico, el Señor ha hecho maravillas en mí,» dijo Monseñor Conejero, contraponiendo esta actitud a la soberbia humana: «que humilde es María, no se arroga ella, como a veces nosotros nos mandamos la parte y nos arrogamos por nuestras buenas obras.» Al cantar la grandeza del Señor y alegrarse en Dios Salvador, María subraya que «pone de manifiesto en primer lugar el amor y la gracia de Dios.»

III. La Iglesia en 2025: Conversión, Sínodo y Aniversarios Marianos

El Obispo dedicó una sección importante de su homilía a enumerar los grandes acontecimientos que la Iglesia vive en el tiempo presente, convirtiéndolos en un llamado urgente a la conversión, siguiendo el ejemplo de María.

  • Año Santo Jubilar de la Esperanza: El 2025 es un tiempo de Gracia y «una llamada y una invitación a la conversión del corazón.» El mensaje es claro: «Ojalá sepamos aprovechar esta oportunidad para volver a Dios, como nos decía ayer el Evangelio, y Juan el Bautista proclamaba, conviértanse, que el reino de Dios está cerca.» Son las mismas palabras que Jesús pronunció, instando a «Conviértanse y crean en la buena noticia, año santo, por tanto, de la esperanza.»
  • Proceso Sinodal: Este camino eclesial de «comunión, participación, misión,» es también una dimensión de la conversión que implica una transformación social y relacional. Es una «llamada también a la conversión en nuestras relaciones, en nuestros vínculos, en llevar una vida transparente, diáfana, haciendo siempre el bien.»
  • Aniversarios Marianos y Conciliares: El Obispo recordó dos efemérides marianas de gran peso: el 75° aniversario (celebrado el 1 de noviembre) de la proclamación del dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo, por el Papa Pío XII. Una verdad que, al igual que la Inmaculada Concepción, la Iglesia «creyó desde los tiempos más remotos, que María no conoció la corrupción del cuerpo,» siendo elevada «como reina y señora de todo lo creado.» Además, se conmemoran sesenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, esta «efusión del Espíritu Santo» que presentó a María «en el misterio de Cristo y de la Iglesia,» confirmando que ella es «vida, dulzura y esperanza nuestra,» y «signo de consuelo, de salud de los enfermos, causa de nuestra alegría.»

IV. El Triunfo del Talón de María sobre el Mal Actual

El mensaje del obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego se tornó particularmente interpelante al abordar el tema de la docilidad de María como modelo para los pecadores. Cuando María preguntó al Arcángel Gabriel cómo sería madre, su respuesta de fe fue inmediata: «Aquí está la servidora del Señor. Que se haga en mí según tu palabra.»

Para el Obispo, esta docilidad es la clave: «se convierte en modelo. Nosotros que constatamos que somos pecadores, pero para Dios nada es imposible.» La invitación es a la entrega total: «Si invocamos y dejamos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, puede purificarnos de nuestros pecados. Y siguiendo el ejemplo de María, ser dóciles a la voluntad y al querer de Dios, que nos ha creado para ser santos en su presencia.»

Finalmente, Monseñor Conejero abordó la lucha perenne entre el bien y el mal, recordando la promesa bíblica: «ya desde el inicio Dios prometió que de la descendencia de la Mujer, es decir, de María, a través del Verbo Su Hijo, el mal, el pecado, no tiene la última palabra. María aplastará con su talón la cabeza de la serpiente.»

En un mundo donde el mal está «bien presente» con «Corrupciones, injusticias, violencias, atropellos, mentiras, están a la orden del día,» el Obispo exhortó a la acción activa del bien. «Lo que tenemos que pedir al Señor es que nosotros no seamos artífices, ni compartamos el mal. Al contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien, y ejemplo de María, procuremos vivir haciendo el bien, contrarrestando el mal.»

La misa concluyó con una oración de acción de gracias: «Iniciemos dando gracias a Dios por esta maravilla que hizo en la Virgen María, nuestra Madre, y ella se merece por tanto nuestra honra, nuestra veneración, nuestro amor, nuestro cariño, nuestro afecto. Y que ella interceda por nosotros y por el mundo entero. Que así sea.»

Misa completa:

Qué hermoso queridos hermanos que desde la mañana estemos reunidos en el nombre del Señor para honrar y venerar a su Santísima Madre que es también Madre de la Iglesia, Madre de la Humanidad, Madre Nuestra, la Santísima Virgen María. Hoy celebrando la solemnidad de su Inmaculada Concepción, este dogma de fe que si bien fue proclamado en el siglo XIX por el Papa Pío IX, un 8 de diciembre de 1854, la Iglesia desde siempre, desde los primeros siglos, fundándose en la Palabra de Dios, reconoció, creyó y profesó que María estaba limpia, inmaculada, preservada de toda mancha de pecado. Lo pone de manifiesto el saludo del Arcángel Gabriel a María.

Dios te salve, María, dice, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Estas palabras que nosotros recitamos en la oración más frecuente a María, el Ave María, no podía ser de otra manera y como afirman los santos convenía que aquella que iba a ser la Madre del Hijo de Dios, el Salvador, la Palabra Eterna del Padre, estuviera limpia, sin mancha alguna de pecado, como hemos orado en la oración, preservada de todo pecado por los méritos de su propio Hijo Jesucristo. Y así la veneramos a María, la Iglesia y creo que el mundo entero celebra con alegría esta solemnidad.

Ciertamente el designio de Dios, como hemos escuchado en la segunda lectura de Pablo a los cristianos de Éfeso, el designio de Dios fue crear al hombre, varón y mujer a su imagen y semejanza, para que fuera santo, porque Dios es santo. Como noció la facultad de la libertad, ya desde el inicio con nuestros primeros padres, Adán y Eva, usamos mal la libertad y sucumbimos a la tentación del pecado, como también nosotros experimentamos en nuestra vida la desobediencia a Dios. Esta es la razón por la cual todos nacemos con el pecado original, pero Dios preservó a la madre de su Hijo de toda mancha, desde el primer momento de su concepción, en el seno de Santa Ana, que es, según la tradición, la madre de María Santísima, y esto por los méritos de su Hijo Jesús.

Por eso ella reconoce en su cántico, el Señor ha hecho maravillas en mí, que humilde es María, no se arroga ella, como a veces nosotros nos mandamos la parte y nos arrogamos por nuestras buenas obras. No, María reconoce humildemente que Dios ha obrado maravillas en su vida, pone de manifiesto en primer lugar el amor y la gracia de Dios, por eso canta la grandeza del Señor y su Espíritu se alegra en Dios nuestro Salvador. Esta es la vocación por la cual nosotros, queridos hermanos, a pesar de ser pecadores, estamos llamados a la santidad, siguiendo las huellas del ejemplo, primero de Jesús nuestro Redentor, y después el ejemplo de María, que lo es para cada uno de nosotros y para la Iglesia.

Este año 2025 es un año de muchos acontecimientos, que es bueno recordarlos, tenerlos presentes, a saber, estamos en el año santo jubilar, año de la esperanza, que es una llamada y una invitación a la conversión del corazón. Ojalá sepamos aprovechar esta oportunidad para volver a Dios, como nos decía ayer el Evangelio, y Juan el Bautista proclamaba, conviértanse, que el reino de Dios está cerca, palabras que Jesús después de su bautismo también pronunció. Conviértanse y crean en la buena noticia, año santo, por tanto, de la esperanza.

Estamos viviendo también este proceso de la Iglesia sinodal, comunión, participación, misión, que es una llamada también a la conversión en nuestras relaciones, en nuestros vínculos, en llevar una vida transparente, diáfana, haciendo siempre el bien. Este año también se cumple, el primero de noviembre celebramos el setenta y cinco aniversario, setenta y cinco años de la proclamación del dogma de la asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo, que el Papa Pío XII definió. Algo que también la Iglesia creyó desde los tiempos más remotos, que María no conoció la corrupción del cuerpo, así como fue preservada de mancha de pecado desde el primer instante de su ser, también fue elevada en cuerpo y alma, como reina y señora de todo lo creado.

Ahí, junto a su Hijo Jesucristo, coronada por el Padre, por su propio Hijo, por el Espíritu Santo, como reina y señora de todo lo creado. Un acontecimiento que digo hemos celebrado el setenta y cinco aniversario. En el día de ayer o de hoy también se cumplen sesenta años de la clausura del concilio Vaticano II.

Esta efusión del Espíritu Santo, que si bien fue del siglo pasado, y que ya algunos de nosotros que somos mayorcitos, aunque éramos niños, recordamos, presenta a María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Poniendo de manifiesto, como rezamos en la salve, que ella es vida, dulzura y esperanza nuestra. Ella es signo de consuelo, de salud de los enfermos, causa de nuestra alegría, como la invocamos en las letanías, y ella es también motivo de nuestra esperanza futura.

Así, todos estos acontecimientos que vivimos, cómo no honrar y venerar, a pudir a la Madre para que interceda por nosotros. Ella, como digo, limpia de todo pecado y mancha. Así todo se sorprendió cuando el arcángel Gabriel le dijo, vas a ser madre, yo no vivo con ningún hombre, dijo María, ¿cómo voy a ser madre? El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.

Por eso, quien nazca de ti, será hijo de Dios. Tú le pondrás por nombre Jesús, que significa Dios salva, porque para Dios nada es imposible. María, dócil a la palabra de Dios, acata y afirma, aquí está la servidora del Señor.

Que se haga en mí según tu palabra. Y por eso digo, hermanos, que se convierte en modelo. Nosotros que constatamos que somos pecadores, pero para Dios nada es imposible.

Si invocamos y dejamos que el Espíritu Santo actúe en nosotros, puede purificarnos de nuestros pecados. Y siguiendo el ejemplo de María, ser dóciles a la voluntad y al querer de Dios, que nos ha creado para ser santos en su presencia. En María este sueño y designio de Dios se cumplió.

Ojalá que también en nosotros, a pesar de ser pecadores, podamos de alguna manera, imitando, pidiendo la intercesión de la Madre de Jesús, ser purificados de nuestros pecados. Y tener la actitud de la Virgen María, aquí estamos tus servidores, que se cumpla en nuestra vida, tu voluntad, no la nuestra. Para que no nos dejemos seducir como Eva, que se dejó seducir por Satanás, el diablo.

Pero ya desde el inicio Dios prometió que de la descendencia de la Mujer, es decir, de María, a través del Verbo Su Hijo, el mal, el pecado, no tiene la última palabra. María aplastará con su talón la cabeza de la serpiente. Y en este mundo en el que vivimos, tiene que seguir apretando el talón, porque hace de las suyas el diablo.

Y el mal está bien presente, bien presente. Corrupciones, injusticias, violencias, atropellos, mentiras, están a la orden del día, eso es así. No podemos cerrar los ojos, porque seríamos ingenuos si es que negamos esto, porque está a nuestro alrededor.

Lo que tenemos que pedir al Señor es que nosotros no seamos artífices, ni compartamos el mal. Al contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, que pasó por este mundo haciendo el bien, y ejemplo de María, procuremos vivir haciendo el bien, contrarrestando el mal. En este tiempo de Adviento, las palabras del Padre Nuestro que nos enseñó Jesús, se repiten con fuerza.

Venga tu reino, ven Señor Jesús, pues ven queridos hermanos, que desde esta mañana, luego a la tarde Dios mediante, si podemos, seguiremos celebrando y honrando a María Santísima. Iniciemos dando gracias a Dios por esta maravilla que hizo en la Virgen María, nuestra Madre, y ella se merece por tanto nuestra honra, nuestra veneración, nuestro amor, nuestro cariño, nuestro afecto. Y que ella interceda por nosotros y por el mundo entero.

Que así sea.

Más Noticias