jueves, 25 diciembre, 2025
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Monseñor Conejero llamó a la Conversión Profunda en una Navidad marcada por los Contrastes Sociales

En una mañana de sol radiante pero cargada de una densa reflexión espiritual, la Iglesia Catedral Parroquia Nuestra Señora del Carmen se convirtió en el epicentro de un mensaje que buscó sacudir las conciencias de la grey formoseña. El 25 de diciembre de 2025, durante la Solemnidad del Nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo, el Obispo de la Diócesis de Formosa, Monseñor José Vicente Conejero Gallego, pronunció una homilía extensa y vigorosa, donde la teología de la Encarnación se entrelazó con una crítica mordaz a la vacuidad del mundo moderno y a la clase dirigente.

Desde el ambón, con la autoridad que le confiere su ministerio pero con la cercanía de un pastor que conoce las flaquezas de su rebaño, Conejero Gallego desmenuzó el significado de la Navidad, alejándola del mero festejo mundano para situarla en el centro de la historia de la salvación.


La Iniciativa Divina frente a la Arrogancia Humana

El prelado comenzó su alocución poniendo énfasis en la asimetría entre la gracia de Dios y la voluntad del hombre. Recordando el prólogo del Evangelio según San Juan, lamentó la ceguera espiritual que persiste en la humanidad actual, una humanidad que, a menudo, prefiere sus propios proyectos antes que el plan de Dios.

“Es un misterio muy grande que llena de gozo y de alegría a toda la humanidad aquel que recibe esta gracia y este don infinito de Dios ya alerta el prólogo de San Juan, el inicio del Evangelio que vino a los suyos y los suyos no los recibieron. Hay mucha gente que desconoce o que no recibe el mensaje de la buena noticia de la salvación”, señaló con preocupación. Monseñor insistió en que la Navidad no es un mérito del hombre, sino una “pura iniciativa y gracia de Dios”, subrayando que “a veces ponemos mayor énfasis y damos más importancia a nuestra propia voluntad a lo que nosotros pensamos y realizamos”, descuidando el regalo que parte del amor infinito del Padre.


Un Diagnóstico Crudo de la Realidad: Tinieblas y Desastre

Sin ambigüedades, el Obispo se refirió al contexto global y local, describiendo un panorama ensombrecido por el pecado y la deshumanización. Para el pastor formoseño, la llegada de Cristo no es una abstracción, sino una respuesta urgente a un mundo que sufre.

“Nosotros mismos somos testigos de tanto desastre como hay en el mundo porque esa es la realidad no la podemos negar violencia, egoísmo, desigualdades, iniquas luchas, guerras, robos, homicidios, abusos esa es una realidad y está aquí en el mundo”, afirmó con dureza. Bajo esta óptica, la figura de Jesús se presenta como el único capaz de “salvarnos, redimirnos y liberarnos del pecado”. Conejero fue tajante al afirmar que solo aquellos que, por gracia del Espíritu Santo, reconocen a Jesús como el “Rey del Universo”, pueden encontrar la luz que ilumina las tinieblas de la muerte.


El Desengaño de los Liderazgos Terrenales

Uno de los puntos más álgidos de la homilía fue la advertencia contra la idolatría de figuras humanas. Monseñor Conejero cuestionó la excesiva importancia que se le da a las noticias políticas y económicas, calificándolas de agotadoras y vacías de verdadera esperanza.

“¿Qué engañados andamos los hombres cuando rendimos pleitesías a otros hombres ya tengan carácter religioso o político o social… el único que trae la luz la liberación, la paz es Jesucristo, el único nos tenemos que convencer de esto”, exhortó. En este sentido, fue crítico con la atención que reciben los protagonistas de la actualidad: “No los referentes políticos ni económicos que nos tienen aburridos ya con tanta noticia siempre como protagonistas aburren ya y cansan”. Para el Obispo, el único nombre por el cual se alcanza la salvación es el de Jesús, y cualquier otra pleitesía es un camino al engaño.


La Dignificación de la «Carne Pecadora»

En un lenguaje llano y directo, Conejero Gallego abordó la paradoja de la Navidad: un Dios santo que se hace hombre para rescatar a una humanidad que a menudo se muestra indigna. Resaltó que la Iglesia reconoce la dignidad infinita de toda persona, más allá de sus errores.

“Con Él la naturaleza humana se dignifica por más que seamos atorrantes, sin vergüenza, pecadores porque muchos lo somos sin embargo, al asumir el Hijo de Dios nuestra débil carne mortal, la naturaleza humana alcanza su dignificación mayor por eso hemos de reconocer como la Iglesia sí lo reconoce la infinita dignidad de todo ser humano, sea santo o sea pecador”, explicó. Esta verdad teológica, según el prelado, debería llevarnos a un estado de gratitud constante: “Si tomamos conciencia de esta realidad, deberíamos estar cantando y bailando de acción de gracias de manera continua”.


La Sagrada Familia como Espejo frente a la Persecución

Hacia el cierre de su mensaje, Monseñor propuso la contemplación de María y José, quienes vivieron la Navidad en condiciones de extrema vulnerabilidad, comparándolos con los migrantes de hoy. Recordó las dificultades que enfrentaron bajo el edicto de Herodes, a quien se refirió sin tapujos.

“Fueron perseguidos por el rey Herodes y tuvieron que migrar a Egipto como hay tantos migrantes en el mundo esa es la realidad habrán vivido en sobresalto hasta que el ángel del Señor les anunció ha muerto ese sinvergüenza del rey Herodes”, relató, matizando luego que, aunque el ángel quizás no usó ese término, el monarca ciertamente “atentaba contra la vida del niño”. Invitó a los fieles a imitar el “silencio, en el anonimato pero en el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios” que caracterizó la vida en Nazaret.

Proyección al 2026: Permanecer en el Amor

Finalmente, el Obispo recordó que el lema pastoral para el año 2026 será “Jesucristo el Señor nos amó y se entregó por nosotros”, haciendo un llamado a la coherencia entre la fe celebrada y la vida cotidiana. Lamentó que, mientras unos pocos celebran en el templo, la mayoría se pierde en el consumo y la diversión: “La gente piensa más en comer, en divertirse en pasarla bien… no es que juzguemos a nadie estarán durmiendo y descansando ojalá que puedan experimentar en el día de hoy… esta alegría a la que estamos invitados todos”.

La homilía concluyó con una oración por la comprensión del misterio divino y un compromiso por vivir en santidad, solidaridad y silencio, siguiendo el ejemplo de la familia de Belén.

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