La rendición de Javier Milei ante el libre mercado, que operó esta semana con la reinstauración de controles a los aumentos récord de la medicina prepaga, se extiende como una crisis de identidad en todo el Gobierno, pero particularmente está generando discusiones muy estructurales en el Palacio de Haciendo y aledaños. Forzado por las circunstancias y tratando de garantizar su puesto de trabajo en el corto plazo, el ministro de Economía, Luis Caputo, entró en un proceso de reconsideración de la liberalización de la economía que choca de frente con la idea de soltar precios y controles que Federico Sturzenegger, el asesor estrella del presidente e ideólogo del DNU que desregula todo, le vendió a Milei desde antes de llegar a la Casa Rosada. En el fondo, en este nuevo chispazo entre ambos, que no es el primero ni será el último, se juega la disputa no sólo por la línea económica, por el programa, sino por el sillón de mando en el Quinto Piso de Yrigoyen 250.
La historia de cómo Caputo y sus laderos analizan y ejecutan el giro es curiosa. En una de las últimas reuniones que mantuvo con Juan Pazo, el viceministro en las sombras y encargado de Industria; Pablo Quirno, el secretario de Finanzas; y Federico Furiase, el joven asesor que está en la diaria, el ministro expresó que “si la inflación no va por debajo del 5, más cerca del 3 por ciento, el plan económico se complica”. Como Caputo no logró conseguir dólares ni del agro ni del FMI, entiende que no sólo un ajuste furibundo del Estado alcanzará para frenar la dinámica de precios. Por eso, hace unas semanas, les puso techo a las paritarias y empezó a mirar con cariño acuerdos de precios.
En este escenario, Caputo dejó una frase fuerte que lo muestra cambiando, a la fuerza, algunos conceptos para evitar la disparada de precios. «Haremos todo el kirchnerismo que sea necesario. Pegarles a las empresas, confrontar con los sectores…”, dijo, para resultar gráfico, en varias reuniones. Como casi todo lo que diagnostica el Gobierno, la frase de Caputo es por lo menos contradictoria: por un lado, busca demonizar el rol del Estado y, a la vez, blanquea que utilizar las herramientas de regulación estatal es casi la única salida que hay para contener la embestida del mercado que el mismo Milei opta por desregular. A decir verdad, ya había algunas señales de que esto se estaba produciendo. Dos indicios: pisar las homologaciones de paritarias privadas por sobre la inflación, como en Camioneros y, en paralelo, posponer actualizaciones tarifas en la energía y el transporte para que no peguen sobre el IPC. A eso se sumó un ruego a los laboratorios, que aceptaron congelar unos los remedios unos meses luego de haberlos subido a valores récord en 4 meses.
Altísimas fuentes de Hacienda contaron a Página I12 que la obsesión de Caputo y Milei por llevar la inflación a 3 puntos a como dé lugar puede ser leída como una meta apurada, a esta altura cuestionable si se mira la destrucción récord de los niveles de actividad. Pero que tiene una justificación técnica de peso: la inexistencia de divisas hizo que vuelvan las presiones privadas para devaluar. El ministro no tiene barricada de contención en dólares para soportar la embestida, que es inexorable en este escenario. En cambio, si enfría la economía y el consumo para que nadie compre nada y la inflación se acerque a los 3 puntos, lograría que las micro-devaluaciones (crawling peg) del 2 por ciento mensual, tuvieran sentido efectivo para desarmar la idea de una devaluación brusca. Todo esto lo sabe el sector privado y es la herramienta que usa Caputo para decirles que hará lo imposible para intentar evitar una devaluación. Incluso destruir la economía a niveles récord.
Lo pirotécnica versus Sturzenegger
Por otro lado, se juega lo simbólico del giro estatista, lo gestual, la pirotécnica diaria que sale de la factoría de asesores que manejan los trolls en redes y la comunicación grande, la política, la que importa, no la que a diario intentan hacer el secretario de Comunicación, Eduardo Serenelini, y hasta el vocero presidencial, Manuel Adorni.
Los chicos son inteligentes, cuentan los que los frecuentan, y casi los únicos que la ven en el Gobierno. Son los que generaron los mensajes de spam contra el dueño de Swiss Medical, Claudio Belocopitt, una estrategia que funcionó. En la usinas comunicacionales pensaron, acertadamente, que era apropiado disfrazar la intervención sobre los precios de las prepagas de una batalla con el CEO emblema de los aumentos, el que confesó que se juntaban para subir los precios. En la Argentina hay tres prepagas muy grandes, Osde, Galeno y Swiss Medical, pero el único personaje reconocible es el dueño de esta última. Hacia allí fueron, incluso linkeándolo a la política de Sergio Massa, y consiguieron rédito: Belocopitt debió renunciar a su cargo de presidente de la Unión Argentina de Salud (UAS), la entidad de lobby sectorial, buscó salir de las redes por la embestida en su contra y prácticamente no atiende llamadas en su teléfono sino a través de intermediarios.
No es este el único logro del grupo en este sentido. Fueron los mismos que le recomendaron a Milei tomar distancia de Mauricio Macri, el político con peor imágen del país, y evitar a la vez alianzas directas con el PRO. Respecto a prepagas, además, lo convencieron a Milei de que las acciones de control sobre sectores económicos «le suben la popularidad». El Presidente, a su manera, compró. En el Foro Llao Llao habló del tema de la intevención pero su incosciente lo obligó a decir que no será un método repetido.
En este mar de reformulaciones, Sturzenegger quedó entre enojado y desconcertado. Fueron días dificiles para el ex BCRA, que habla del tema de manera permanente con dos asesores fieles: Shunko Rojas, ex subsecretario de Comercio Exterior en la era Macri; y Lucas Llach, su ladero en aquel Banco Central. El personaje en cuestión no sólo es el autor del DNU de desregulación, sino que es el hombre de Milei que va por el sector privado garantizado la libertad de precios y la caída de las regulaciones. Ya la entrevista de Caputo en TN, donde el ministro habló mal de las prepagas, le pareció una bomba y vio atrás de ello la mano de los ingenieros del discurso libertario.
Sturzenegger asegura que la desinflación es importante, pero más relevante es consumar la promesa de un cambio de paradigma, la idea del fin del Estado que tanto pregonó Milei. Hoy, esa posición choca, sobre todo, con el instinto de supervivencia de Caputo, que para sostenerse en el cargo sin dólares debe moderar el proceso de apertura. Sturzenegger quiso, quiere y querrá ser el ministro de Economía. Hoy, el Presidente banca a Caputo sin fecha de vencimiento, y la señal con las prepagas parece haber dejado varios pasos atrás al que espera en el banco de suplentes. Cerca del ex BCRA admiten, de todos modos, que se viene tiempos muy dificiles por la recesión y que el escenario político es incierto. No parecen errar: más temprano que tarde, Milei, un inexperto en la política, apelará a la quema de fusibles en plena crisis.