Cuando una familia se encuentra en una situación de vulnerabilidad tal que no puede tener asegurado un plato de comida, la educación pasa a ser una cuestión de lujo.
Con un alarmante 58,3%, Concordia (Entre Ríos) es la segunda ciudad del país con más pobreza. En este contexto, dos chicas aprenden a leer y a escribir para transformar su realidad. En ese mismo acto, dan cuenta del abandono y de la indiferencia, pero también de la empatía que construye el taller de alfabetización de la ONG Volando Alto.
“La pobreza de Concordia es muy periférica, tan periférica que es fácil hacerse el distraído y fingir que esa realidad no existe. Hay barrios enteros y atestados de personas en esta situación donde la ayuda del Estado nunca llegó, pero tampoco llegó la ayuda del empresario, del comerciante, de las fundaciones, de las Iglesias. La pobreza es tan periférica que pareciera que hasta a la empatía y a la solidaridad les queda lejos”, cuenta a TN Florencia Martínez, directora ejecutiva de la Fundación Volando Alto y en plena campaña de alfabetización que lleva adelante Argentinos por la Educación bajo el lema “Que entiendan lo que lean”.
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En Concordia, el mayor problema es el colapso estructural. No son suficientes las escuelas, los organismos de prevención social, las salas de atención primaria de la salud y los profesionales, entre otros. Asimismo, son tantas las generaciones de personas en situación de pobreza y tantas las necesidades que las familias tienen que afrontar que la educación dejó de ser lo más importante: sobrevivir al día a día es la principal problemática.
“Cuando una familia se encuentra en una situación de vulnerabilidad tal que no les permite tener asegurado el plato de comida, la educación pasa a ser una cuestión de lujo por un montón de razones: no tienen ropa en condiciones para asistir a la escuela, no pueden comprar los útiles indispensables, no consiguen cupo en la escuela de su barrio y es imposible que puedan costear el traslado hacia otro. Entonces, las dificultades en el aprendizaje no pueden ser abordadas de manera correcta ya que no alcanza el personal ni los recursos”, explica Florencia Martínez.
Superar la vergüenza: la historia de Natalia
Natalia tiene 15 años, estaba en 1° año de la secundaria cuando llegó al taller de alfabetización de la ONG Volando Alto. Sólo sabía escribir su nombre y el de su mamá y no tenía fluidez lectora. Con un acompañamiento pedagógico – emocional personalizado, después de seis meses pudo leer y escribir, pero el proceso fue complejo.
“Al principio fue de mucha vergüenza, inseguridad y lo más difícil fue poder romper con esa etiqueta del “no sé, no puedo”. A los 15 años ya se había convertido en una perfecta analfabeta funcional y reconocer que te hacen falta otros aprendizajes, es para valientes. Luego fue de asombro, empezar a entender cómo funcionaba el sistema de escritura, encontrarle la lógica a la formación de palabras y dar paso a la lectura mediante la cual se forma el sonido ya conocido, fue un descubrimiento emocionante”, cuenta la directiva de la Fundación.
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Los avances en materia de neurociencia marcan el camino. Está estudiado que un niño aprende realmente en un entorno cerebro compatible. Desde esta ciencia se dice que “la emoción es el guardián del aprendizaje”, en un entorno de estrés, de miedo o alerta, los niños no pueden incorporar conocimientos de forma positiva, contestan por miedo al grito, al enojo o a las palabras hirientes. Es lo que se llama la respuesta amigdalina. En cambio, cuando el alumno siente que es un lugar seguro, donde se puede equivocar, donde hay lazos positivos con el educador, se vuelve un ambiente estimulante, cerebro-compatible para aprender, dando lugar a nuevos aprendizajes.
“Recuerdo mirarla a Nati y repetirle mil veces ‘tranquila, vos podes, vamos de nuevo’”. Ella, con una media sonrisa entre la vergüenza y las ganas, lo volvía a intentar. Cuando lo consiguió sintió una liberación y un empoderamiento. Lo asocio a retirar el elemento de una cadena de montaje que provoca que se atasque toda la producción, llevando al colapso de toda la planta. Aprendiendo a leer y escribir se puede dar paso a los nuevos conocimientos más complejos. Nati pudo empezar a resolver los ejercicios por ella misma sin que nadie la tuviera que asistir, hacer sus tareas, comprender las consignas, saber lo que podía comprar en el supermercado, evaluar, elegir”, cuenta Florencia emocionada.
Una meta clara: la historia de Sol
Sol tiene 18 años, no sabía leer ni escribir. Abandonó la escuela en 3º grado y, después de seis meses, pudo escribir sus primeras palabras. Florencia cuenta que el primer día que la conoció, Sol le dijo que quería aprender a leer.
Su caso era muy complejo, porque hacía ocho años que no iba a la escuela, la había abandonado a muy temprana edad. Su vida estuvo marcada por mucha violencia que dejó heridas en su autoestima y en su seguridad. “A Sol le costó, fue volver a aprender lo más básico, tomar el lápiz de forma correcta, reencontrarse con el mundo de las responsabilidades, el esfuerzo y el volver a intentarlo. Las únicas veces que se ausentó fue por enfermedad, se hizo cargo de lo que quería lograr, tenía una meta clara”, explica Florencia.
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“La alentamos como a nadie, era como los partidos del mundial, con un 3 a 0 abajo, pero sabiendo que lo mejor estaba por llegar. Y llegó. Empezó a hacer sonar las letras y a comprender cómo funcionaba el sistema de escritura. Hasta que escribió sola su primera palabra a través del autodictado. Festejamos cada uno de sus logros como el pelotazo final que nos dio el título de campeones del mundo”, describe con entusiasmo.
“En cuanto a los desafíos que enfrentó Sol al reintegrarse al proceso educativo, lo más complejo fue ser la más grande y darse cuenta de que estaba en el mismo nivel de aprendizaje que un niño de 6 años. Luego empezar a retomar las riendas de su vida y culminar con aquello que deseaba y no se animaba, la escuela. Para poder concretar esto, necesitaba el DNI. Encontrar el acta de nacimiento en esta situación de vida, fue una odisea, pero lo logró. Aún hoy el miedo y la inseguridad la visitan con frecuencia, pero le hace frente con todo lo que fue aprendiendo a lo largo del tiempo”, cuentan desde la ONG.
Volando alto: “Educar es cosa seria”
“Para Natalia y Sol. Soñamos que puedan seguir estudiando y el día de mañana verlas ser parte de la sociedad del trabajo. Que puedan ir tras lo que quieran y que sus elecciones no se encuentren condicionadas por el lugar o la familia donde nacieron, sino por las herramientas que adquirieron y que las condujo al mundo de las oportunidades”, dicen desde la ONG.
Además, explicaron: “Buscamos siempre ser profesionales en nuestra tarea. Educar es cosa seria. Estamos en proceso de revisión y mejora constante, evaluando procesos y resultados. Nuestro norte es la educación de calidad y la innovación es lo que nos desafía a hallar nuevas y mejores formas. Al proceso de alfabetización sumamos Matemáticas y Alfabetización Digital”.
“Buscamos romper la brecha digital que separa a los niños del presente y cierra las puertas del futuro. Además, brindamos un programa que se llama Crecimiento Integral donde abordamos de manera holística cuatro áreas fundamentales para el desarrollo integral: educación emocional, educación sexual integral, arte y alimentación saludable y cocina. Soñamos con poder llegar a todos los chicos de la ciudad de Concordia. Volando Alto es mucho más que un lugar para adquirir conocimientos, es una experiencia de vida”, concluyen.