En un relato que hilvana crónicas personales, testimonios de otras mujeres y el relevamiento de datos médicos e investigaciones científicas -con afán y oficio periodístico-, la escritora Mónica Yemayel construye en “Mujeres que ya no sangran. Menopausia: el último tabú” un trabajo que hace un viraje de 180 grados en relación con los discursos establecidos sobre esta etapa componiendo un libro tan revolucionario como necesario.
«Soy una mujer confusa. Como el barco en el mar revuelto me muevo en un vaivén, de un día bueno a otro malo -le confiesa la autora al lector en las primeras páginas respecto a la angustia y el malestar que le causan los síntomas del climaterio- A veces consigo cierta paz. Efímera. Porque enseguida me doy cuenta de que suele ser la consecuencia de algo que ocurre y me hace volver, como una visitante extemporánea, a mi vida anterior, a encontrarme con cosas que, de pronto, ya no están».
En otro pasaje la autora cuenta que recurre desesperada a una herboristería tras pasar una mala noche producto de una cistitis, otro síntoma que la aqueja, para conseguir hojas de malva que la ayudan a aliviar las molestias. «No fue una buena noche. A cada rato, deseos urgentes de orinar, la sensación de tener una plancha hirviendo sobre el vientre inflamado, la espalda -a la altura de los riñones- inservible de dolor». La secuencia describe el flirteo con el señor que atendía el local: «Era lindo. Tenía una postura elegante, profusa cabellera gris y ojos negros. En un momento sonrió y ya no pude dejar de mirarlo. Irradiaba una serenidad impúdica». El episodio concluye de manera frustrante cuando el vendedor le habla de su mujer que está atravesando los mismos síntomas y eso la obliga no sólo a replantearse sus propias sensaciones al respecto sino también el lugar que ocupa su pareja en ese tránsito.
Yemayel (Buenos Aires, 1963) es ante todo periodista, durante su carrera publicó crónicas y perfiles en varias revistas argentinas. Además, es coautora de Voltios. La deuda eléctrica, (Planeta, 2017). En 2018, su crónica “Los detectives de Borges” fue incluida en Crónica 3, el tercer tomo de relatos de autores latinoamericanos editado por la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su relato “Las chicas del 63” fue incluido en el libro La guerra menos pensada. Relatos y memorias de Malvinas (2022).
En “Mujeres que ya no sangran. Menopausia: el último tabú”, Yemayel desmenuza las facetas, buenas y malas, de esta etapa por la que pasará indefectiblemente la mitad de la población mundial, a la que la medicina desestima y de la que el cuerpo social no se ocupa. Con una prosa límpida y cadenciosa, Mujeres que ya no sangran está atravesado por su propia experiencia, narrada con elegancia y un altísimo grado de honestidad y coraje. «Creo que el libro me ayudó a prepararme. Ya sé qué me pasa, qué puede pasarme. Ahora queda aceptarlo: ese es un trabajo de cada día», confió a Minutouno.com sobre su libro editado por Planeta.
-Minutouno: Llamás a la menopausia “el último tabú” y te preguntás reiteradas veces en el libro por qué existe a su alrededor “tanto silencio”. ¿Cuáles son los temas que logramos poner en palabras las mujeres antes de éste? El puerperio, el aborto, el deseo femenino en sí mismo, ¿serían algunas de las censuras superadas? ¿Cómo imaginás la genealogía de esos tabués?
-Mónica Yemayel: Hay un consenso muy fuerte en las distintas voces que aparecen en el libro sobre la potencia del movimiento feminista y la lucha ejemplar que se viene dando para desmontar esos tabúes y poner en el centro de la agenda la violencia, el aborto y la desigualdad porque, claramente, son temas prioritarios. Pero también hay consenso sobre la ausencia de la menopausia en esa agenda. Se habla de lo que implica menstruar, pero no de lo que implica no menstruar. Es una mirada crítica que se expresa con mucha contundencia en los testimonios de médicas, profesoras universitarias, abogadas, todas militantes feministas, de CABA y también del interior.
Hay coincidencia también en que los avances en los distintos temas son todavía muy selectivos. No es lo mismo lo que ocurre en las grandes ciudades que en el interior del país. Y también es claro que las mujeres con un mayor acceso a la educación, la información y con recursos económicos sólidos y sostenibles, son una minoría.
-M1: El trabajo se inscribe en un cruce entre el periodismo y el diario íntimo. ¿Cuándo te diste cuenta que habías encontrado el tono para escribirlo?
– MY: Las trece crónicas personales que en el libro aparecen con el título de “Señales de cambio” las comencé a escribir en 2018. Aparecieron como una necesidad de ordenar un poco el caos de cambios físicos y emocionales que sentía. Pero no tienen el registro de un diario íntimo, son postales, aguafuertes de la intimidad propia y ajena. No fueron pensadas como parte de un libro, pero Leila Guerriero las leyó y confió en que esas preguntas que me estaba haciendo podían ser el motor de un trabajo periodístico. Lo que siguió fue comenzar a desentrañar una información profusa, confusa, sin jerarquía y, sobre todo, imperfecta, contradictoria. Fue tirar de un hilo que parecía interminable e incomprensible. Pero estaba obsesionada con ordenar ese laberinto. La investigación y los testimonios se van intercalando con esas trece crónicas personales que son como pausas en la información. Momentos y tonos más íntimos con momentos y tonos más detectivescos, creo. Es un poco el mapa que logro armar con los descubrimientos que voy haciendo.
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-M1: Al comienzo del libro explicás que el ciclo completo de la menopausia puede durar hasta quince años, es un camino largo …. ¿Cómo cambió la escritura, su proceso y el avance de tu propia experiencia vital la mirada que tenías sobre esta etapa de la vida? “Soy una mujer tratando de entender qué me pasa: qué va a pasarme”, decís: ¿pudiste superar el gerundio que invade esa pregunta existencial?
-MY: Investigar me permitió salirme de «mi caso». Como periodista sentía que «mi caso» podía ser de interés solo para mí. Creo que las experiencias de otras mujeres, las docenas de entrevistas y las docenas de trabajos científicos que leí durante cuatro años me mostraron la profunda soledad en la que hay que estamos al enfrentarnos a un cambio tan radical. Es una crisis vital. Por supuesto que siempre hay excepciones y mujeres que dicen pasarla regio y asegurar que es la mejor etapa de la vida: realmente las envidio. Dudo de esa versión tan optimista. Escribir fue ordenar y tratar de entender. Eso me dio cierta serenidad pero sobre todo herramientas para elegir: qué estoy dispuesta a hacer y qué no; qué riesgos correr frente a ciertas soluciones que propone el mercado y cuáles no.
-M1: El texto no cae en ningún momento en la autoconmiseración o en ejercicios de consuelo livianos respecto de la etapa que refleja, ¿esto fue premeditado o es una marca de estilo?
-MY: Me gusta leer textos que dudan y se cuestionan, que no se conforman. Y ese fue mi intento. Dudar todo el tiempo de los discursos con los que me topaba. Incluso, o especialmente, de los míos.
-M1: ¿Podrías, sin embargo, enunciar qué potencias y virtudes encontraste en este ciclo de tu vida? Más allá del propio libro, que es de por sí mucho, ¿qué te dio la menopausia?
-MY: Realmente no lo tengo claro. Tal vez, como pasa casi siempre con todas las cosas, es más fácil pensar en lo que me quitó. Así que me quedo con esa idea tuya que no había pensado: que me dio este libro.
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