El entramado pyme (empresas con entre 10 y 249 empleados) cierra un 2024 desafiante. Además del impacto de la recesión sobre las ventas y la producción, que empieza a perder intensidad en el 3° trimestre, en el transcurso del año se incrementaron los problemas en materia de competitividad por la suba de costos, la presión tributaria existente y el impacto de la apreciación cambiaria en los precios relativos.
Los datos conviven con un diagnóstico de estancamiento tendencial en la cantidad de empresas, situación que limita las posibilidades del crecimiento económico y del empleo.
A lo largo del año, en el tejido pyme se vio un comportamiento dual entre los dos segmentos que releva el Observatorio Pyme. Mientras que la recesión tuvo impacto en el segmento manufacturero, en software y servicios informáticos se vio el sostenimiento de la actividad, aunque con menor dinamismo en la primera parte y un mejor desempeño en el tercer trimestre.
Los datos se desprenden de la tercera encuesta coyuntural del Observatorio Pyme, un relevamiento sistemático e ininterrumpido desde 2004, dirigido a una muestra probabilística representativa del universo pyme industrial y de software y servicios informáticos.
En el segmento de las pyme manufactureras, en el 3° trimestre se comenzó a ver cierta pérdida de intensidad de la recesión. Si bien las ventas deflactadas acumulan 11 trimestres consecutivos a la baja, en el tercer trimestre se vio una mejora en los datos interanuales (-1%). La producción en cambio se contrajo -13% i.a. y fue el sexto trimestre de caída consecutiva.
Los próximos relevamientos nos permitirán identificar más claramente las causas de esta diferencia, si continúa la desacumulación de stocks o también se explica por la reducción de producción local vía importaciones de productos terminados.
Estos datos han repercutido en la evolución de la ocupación, preocupante por la significatividad de los recursos humanos en las pyme. Se contrajo un -7% i.a.; la mayor baja de la serie trimestral que inicia en 2016. Surge el interrogante sobre si las empresas pyme están buscando un nuevo punto de equilibrio, en un mercado más chico, con importaciones subsidiadas y menores márgenes.
En cuanto a las principales problemáticas de las pyme, la industria muestra las preocupaciones típicas de los ciclos recesivos (62% hizo mención a la caída de las ventas y 53% a los aumentos de costos salariales) mientras que las empresas de software y servicios informáticos expresan problemas vinculados con la expansión y el futuro.
En ambos sectores hay preocupación por la estructura de costos en relación a los precios de venta: se advierte un retraso en los precios de venta de las pyme frente a sus costos, generando tensiones en la rentabilidad. En el caso de las industriales, mientras que el 90% de las empresas tuvo subas en sus costos, solo la mitad de las empresas registró aumentos en sus precios. La situación se ve agravada por el contexto de apreciación cambiaria y apertura. Las políticas que contemplen este panorama serán clave para acotar el impacto en el tejido local transable.
A la creciente distorsión de los precios relativos de las pyme que arrojó la Encuesta Coyuntural se suman otros dos elementos que afectan negativamente la competitividad: la desbordada presión tributaria, en particular a nivel subnacional, y el creciente costo de la energía, con impacto tanto en industria como en software y servicios informáticos.
Los resultados del Foro de Opinión Empresarial nos permitieron ver cuánto afecta la competitividad el peso de los impuestos provinciales y municipales a la producción pyme. Para la industria, el peso de Ingresos Brutos (IIBB) en el costo directo de producción es de un 6% mientras que las tasas de seguridad e higiene son un 3% En software y servicio informáticos representan un 9% y un 4%, respectivamente.
También hay preocupación por los saldos a favor retenidos de IIBB e IVA que son equivalentes a un 5% de las ventas mensuales de la industria y a un 8% de las ventas mensuales de software y servicios informáticos. Con este descontrol en el federalismo fiscal y la voracidad impositiva de municipios y provincias, no hay competitividad posible.
Adicionalmente, para la industria, el costo de la energía pasó de representar un 5% de los costos de producción en 2015 a 11% en 2024, mientras que en software pasó del 3% al 6%. Si bien se espera que en los próximos años este rubro vaya a la baja, por ahora sigue agregando presiones a la competitividad y está impactando en los dos sectores pyme.
Finalmente, nuestro Anticipo del Informe de Demografía Empresarial, con los resultados para el período con datos disponibles (I-2022 al III-2024) nos muestra sobre qué estructura ocurren estos fenómenos y cómo se interrelacionan.
La densidad empresarial en Argentina es baja: hay 12,1 empresas por cada 1.000 habitantes, lejos de los de la Unión Europea (72,3). Además, Argentina atraviesa un estancamiento tendencial en la cantidad de empresas y sobre este panorama de base, el ciclo económico tuvo impacto en 2024, ya que el proceso de recuperación del stock de empresas se revirtió. Por muchos motivos, modificar el bajo dinamismo empresarial es fundamental para mejorar la productividad, crecer y generar empleo.
El cuadro descripto debe llevarnos a reflexionar sobre cómo enfrentar las tensiones que, típicamente, generan sobre la competitividad de los sectores transables, en el corto plazo, los programas de estabilización basados en la apertura externa y la apreciación cambiaria que pueden producir, en mayor o menor grado, deterioro del nivel de actividad. Es el caso del actual esquema y el de la convertibilidad que, a diferencia del actual, desde el comienzo fue expansivo.
Hay un set de políticas, como correctas medidas de desregulación y de reducción del costo argentino (puertos, rutas, comunicaciones, conectividad, logística) que apunta a los dos objetivos al mismo tiempo: la mejora de la competitividad y el proceso de estabilización. Los efectos de muchas de estas medidas tardan en efectivizarse.
Frente a este cuadro, las autoridades pueden ignorar la tensión y apostar todo a acelerar la desinflación, aún a costa de empeorar los problemas de competitividad. Por ejemplo, disminuyendo aranceles sobre las importaciones o impuestos sobre el tipo de cambio importador (como el País), que reduzca el precio de las importaciones y ayude a la baja de la inflación, a costa de destrucción de empleo y capacidades productivas.
O asumir que se debe actuar, implementando medidas para mejorar de modo indirecto la competitividad dañada: reduciendo impuestos sobre los productores transables o generando algún tipo de política diferencial para los que exportan (reducción de retenciones) o compiten con las importaciones (incremento transitorio de aranceles). Esto es lo que ensayó, en el año ´92, en plena Convertibilidad, frente a un proceso similar, el ministro Cavallo, coincidiendo con la opinión de Guillermo Calvo y Paul Krugman.
Se debería llegar a una posición equilibrada frente al dilema mencionado para evitar que cierren pymes productivas por quedar en condiciones desventajosas respecto a la importación subsidiada por la sobrevaluación cambiaria y la reducción de impuestos y aranceles.