En 1979, el estreno de Alien fue un éxito de taquilla. El film dirigido por Ridley Scott, en el que un grupo de camioneros espaciales moría a manos de una amenaza extraterrestre, cautivó a los espectadores del mundo. Y Sigourney Weaver -la actriz que se puso en la piel de Ripley, la heroína que termina por derrotar a la feroz criatura- se convirtió de pronto en una de las estrellas más prometedoras de su generación. Por ese motivo, pronto se puso en marcha la producción para llevar adelante una secuela, que terminó por enriquecer el universo de los temibles xenomorfos.
A comienzos de los años ochenta, el director James Cameron esbozó un guion titulado E.T., sobre una mujer que tenía características alienígenas y que había sido genéticamente modificada para sobrevivir en la superficie de Venus. La historia también mostraba a una ambiciosa empresa que intentaba adueñarse de ese planeta y que, a fin de cuentas, era la verdadera amenaza. Pero con la salida de E.T. de Steven Spielberg, Cameron terminó por archivar su libreto, aunque conservaría en su mente varias de esas ideas.
A la espera de realizar la primera Terminator, cuyo guion fue recibido con mucha expectativa en Hollywood, Cameron tuvo seis meses libres en los que intentaba cerrar contrato por nuevas películas. Y una de las posibilidades que se abrió, fue la de escribir la secuela de Alien. Ese film de terror espacial era uno de sus favoritos, y cuando convocaron al realizador para continuar las aventuras de Ripley contra los xenomorfos, su interés fue inmediato. Poner a esa heroína como eje de la aventura fue una idea que convenció a los productores, que habían descartado a Ridley Scott como responsable del nuevo largometraje.
La intención del director de Alien era contar el origen de los xenomorfos, ya que para él la criatura del primer film era “el último descendiente de unos seres extinguidos hace mucho tiempo”. Pero a la 20th Century Fox no se interesó por ese enfoque, y poco tiempo después, Scott aseguró sobre el no ser convocado para la secuela: “Eso hirió mis sentimientos, sobre todo porque creía que habíamos hecho un gran trabajo con la primera parte”. Esta historia, aunque demorada, tuvo un final feliz cuando el director estrenó en 2012 y en 2017, los films Prometeo y Covenant, en los que sí pudo contar el origen de la especie.
Sigourney Weaver no había firmado contrato para una segunda parte, y cuando pidió un aumento en su salario, desde la 20th Century Fox pusieron resistencia. La posibilidad de no contar con ella era muy concreta, y le ordenaron a Cameron que desarrollara un argumento alternativo sin Ripley. El director aceptó el pedido, pero insistió con que la heroína era casi imprescindible en su visión de la trama. Finalmente, las partes pudieron negociar y Weaver recibió un importante aumentó que superó los dos millones de dólares.
La trama de Aliens: el regreso gira alrededor de Ripley y un grupo de marines, que llegan a un planeta en el que se encuentra no a uno, sino a un batallón de alienígenas, iniciando así una batalla en la que jugaba un rol clave la ambición desmedida de una empresa llamada Weyland-Yutani. A diferencia del primer film, que tenía un tono de terror y una sola criatura como amenaza, el planteo de Cameron era el de una épica de acción con decenas de xenomorfos en pantalla. Justamente esa premisa, tan distinta a la de su antecesora, le permitió a este título complementar a la pieza original.
Lejos de repetir la fórmula, Cameron buscó un tono completamente distinto. Pero el gran desafío para la producción fue el del clímax de la película, en el que la heroína debía enfrentarse a la Reina Alien. La dantesca criatura requirió un gigantesco armado que incluyó una grúa para el movimiento, varios motores hidráulicos en el cuello, las piernas, el torso y la cabeza, y numerosos marionetistas que manipularan la cara, la mandíbula y los labios. Stan Winston, un referente de los efectos especiales de la época y responsable de coordinar los movimientos de la Reina Alien, dijo que esta criatura fue “la construcción más compleja” que le tocó hacer en toda su carrera.
Sin embargo, el conflicto más duro que enfrentó Cameron no fue el diseño de las criaturas, las secuencias de acción o respetar el presupuesto pautado. Nada de eso: el principal desafío fue lidiar con el equipo técnico. Filmada en los estudios Pinewood, a unos pocos kilómetros de Londres, el equipo local era inglés y, durante los meses en los que se prolongó el rodaje, todos los técnicos se mostraron muy reticentes a obedecer a Cameron.
Ni Cameron ni la productora Gale Anne Hurd habían trabajado jamás con operarios ingleses, y había cuestiones tácitas que el director desconocía. Eso llevó a generar infinidad de rispideces entre ambas partes. Pero lo que más molestaba a Cameron era el hábito del té: sin importar qué estuviera sucediendo, o qué tan compleja fuera la escena a preparar, por la tarde los técnicos detenían todo a la hora del té, una costumbre que exasperó al director y que llegó a poner en crisis los tiempos de realización del largometraje. “Fue una filmación muy larga y con muchos problemas. Y lo único que me mantenía en movimiento era que tenía la certeza que, cuando terminara la película, iba a salir de los estudios Pinewood para jamás volver ahí, mientras que esos bastardos iban a seguir por siempre en ese lugar”, dijo el director en una entrevista.
Cuando Sigourney Weaver comenzó a trabajar junto a Cameron, le hizo varios pedidos sobre cómo creía que Ripley debía manejarse frente a determinadas situaciones. Ante todo, dado que la actriz es una firme opositora a la libre venta de armas de fuego, quería que su personaje disparara lo menos posible. Cameron le dijo que eso le parecía bien, porque la misma Ripley no se sentía cómoda atacando a nadie con disparadores, a menos que fuera una situación totalmente indispensable. Weaver también insistió con que su personaje muriera al final, pero Cameron se negó de manera tajante (aunque ella tuvo revancha, como es sabido, en el final de Alien 3).
A Sigourney le gustó el modo en el que su heroína evolucionó, y los temores que la perseguían luego de lo sucedido en el primer film de la saga. Cameron trabajó a Ripley basándose en las experiencias de muchos veteranos de Vietnam que sufrían de estrés postraumático. La sociedad entre el realizador y la actriz fue muy fructífera. “Me gustó el modo en el que Jim supo transmitir la furia que tenía Ripley por todo aquello que había perdido, sin perder de vista su esencia como mujer”, distinguió ella.
Aliens: el regreso se estrenó en los cines de Estados Unidos en julio de 1986 (a Argentina llegaría en diciembre de ese año), y el éxito fue rotundo. El público mostró su entusiasmo frente a una segunda parte que expandía de forma fascinante el mundo de los xenomorfos. Con respecto a su recaudación, la taquilla fue tan importante, que incluso salvo a la Fox de una inminente bancarrota, debido a una importante seguidilla de fracasos comerciales. Incluso muchos de los responsables de la primera parte, como H.R. Giger (diseñador del xenomorfo) y el propio Ridley Scott, elogiaron el trabajo de Cameron como un director soberbio en lo referido a la construcción de personajes y escenas de acción, dando cuenta del talento de un autor que aún hoy, no demuestra techo artístico.
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