La historia tiene sus repeticiones, a veces como farsa, otras como amenaza. En estos días, el candidato de Donald Trump para representar a los Estados Unidos en la Argentina, Peter Lamelas, dejó en claro que no viene a ejercer la diplomacia sino a asumir el rol de virrey del siglo XXI.
Con un lenguaje impropio de un embajador y un desprecio evidente por nuestra soberanía, se permitió opinar sobre las provincias, sus gobernadores, el Poder Judicial y hasta sobre la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. No disimuló su apoyo al actual presidente Javier Milei, ni su intención de influir en asuntos internos.
Ayer Braden o Perón, hoy Lamelas o Argentina.
Sin palabras:
“Uno de mis roles como embajador sería viajar por todas las provincias y entablar un diálogo real con esos gobernadores… mi rol también es salir al interior y asegurar que erradiquemos la corrupción y apoyar a Milei y al gobierno de Milei en todos sus esfuerzos por llegar al fondo del atentado a la AMIA y para asegurarnos de que Cristina Fernández de Kirchner reciba la justicia que tan bien se merece.”
“Los 23 gobiernos provinciales tienen autonomía para negociar con fuerzas externas, con los chinos u otros, para hacer proyectos en esa provincia… y eso puede propiciar corrupción.”
“Tenemos que seguir apoyando la presidencia de Milei para construir una mejor relación entre ambos países” y “Juntos lograremos una grandeza sin precedentes.”
Peter Lamelas
Si Braden fracasó, Lamelas también lo hará. Porque cada vez que alguien quiso ser virrey en esta tierra, el pueblo le recordó que aquí no hay colonias, hay historia.
La diplomacia no es dominación. La soberanía no se negocia. Y la historia -como siempre- sabrá poner las cosas en su lugar.
J.R. Lezcano
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