23 años de “Fe y Misión en Formosa”: Un Diálogo con Monseñor José Vicente Conejero Gallego
«La Voz del Santuario Nuestra Señora del Carmen» celebró 23 años de transmisión ininterrumpida en Radio Manantial, un hito que fue conmemorado con la presencia especial del Obispo de la Diócesis de Formosa, Monseñor José Vicente Conejero Gallego. En una emotiva y profunda entrevista, el obispo compartió su trayectoria personal y misionera, destacando el rol fundamental de la radio en la difusión de la fe.
Un Anuncio de Esperanza en la Radio
La conversación comenzó con un agradecimiento a los conductores del programa, Pedro Giménez, Ladislao Pereyra y Francisco Arce Bazan, y al productor, Franco Romero. Monseñor Conejero expresó su alegría por poder «anunciar y predicar el nombre de Jesús», una misión que considera esencial para todo cristiano. Afirmó estar familiarizado con Radio Manantial, donde es entrevistado casi todos los lunes, lo que le permite conectar con los oyentes, especialmente con los mayores y los enfermos, quienes, según él, son los que más disfrutan de este medio.
El obispo aprovechó la ocasión para felicitar al equipo por sus 23 años de labor, resaltando la importancia de la radio como un «medio tecnológico tan amigo». En un mundo donde abundan las noticias tristes de «accidentes, guerras, violencia, de confrontaciones», subrayó el papel crucial de los comunicadores cristianos para difundir «la buena noticia, el evangelio de la paz y del amor de Dios».
Raíces de una Vocación: Entre la Familia y la Misión
Los conductores preguntaron a Monseñor Conejero sobre el origen de su vocación sacerdotal. Con gran naturalidad, el obispo relató su historia, marcada por un entorno familiar profundamente cristiano en su ciudad natal de Plasencia, España. Nacido en el seno de una familia numerosa de ocho hermanos, cuatro varones y cuatro mujeres, explicó que su vocación se forjó en un hogar de fe viva. «Soy el séptimo hijo de ocho hermanos… tengo un hermano sacerdote», compartió, y añadió que su padre, «un gran devoto de María», fue una figura clave, incluso sirviendo como mayordomo de la cofradía de la Virgen de la Salud.
«Si, evidentemente yo mis padres realmente verdad y un clima muy sencillo y bueno pues fui monaguillo también de la iglesia catedral de mi ciudad ya a los siete años», relató. Su formación comenzó a los 11 años en el seminario, donde pasó 12 años estudiando humanidades, filosofía y teología. A los 23 años, fue ordenado diácono y un año después, en 1975, recibió la ordenación presbiteral.
La Llamada Misionera: Un Don de la Fe
Un punto central de la entrevista fue la reflexión sobre el «espíritu misionero» que lo llevó a dejar su tierra natal. Monseñor Conejero explicó que la decisión de salir fue progresiva y se nutrió de su participación en semanas misionológicas en Burgos, donde escuchaba el testimonio de misioneros de todo el mundo. Inspirado por la encíclica Fidei donum del Papa Pío XII, sintió la llamada a unirse a la misión de la Iglesia.
«La iglesia es misionera por naturaleza pues cuenta conmigo, aquí estoy», afirmó. Su destino, sin embargo, no fue algo que él eligió de antemano. «Yo en realidad a la hora yo no decidí venir a la argentina sino que conforme a ese convenio que hicimos uno fue a Roraima la amazonas o Amazonía en Brasil, el otro fue a la región del Caqueta en Colombia y a mí me dijeron bueno pues usted va a ir a Argentina a la zona del chaco argentino». Así fue como, en 1976, Monseñor Conejero llegó a la Argentina y a la Diócesis de Formosa, asumiendo su primer destino en Palo Santo.
La entrevista con Monseñor Conejero Gallego no solo arrojó luz sobre su inspiradora trayectoria personal, sino que también reafirmó el poder de los medios de comunicación católicos como «La Voz del Santuario» para llevar un mensaje de esperanza y fe a miles de hogares. Su historia es un testimonio vivo del compromiso misionero de la Iglesia en Formosa y en todo el mundo.
Un recorrido por los 50 años de Monseñor José Vicente Conejero en Formosa
El obispo emérito de la diócesis de Formosa, Monseñor José Vicente Conejero Gallego, abrió las puertas de su memoria para compartir con la audiencia un viaje a través de su vida, su vocación y su profundo vínculo con la provincia que lo acogió hace casi medio siglo. Con la calidez que lo caracteriza, Monseñor Conejero repasó sus inicios como sacerdote misionero, las anécdotas que marcaron su llegada, sus logros pastorales y sus sueños de futuro.
Primeros pasos en la tierra formoseña: De la nieve al calor del Chaco
Monseñor Conejero, de origen español, recordó con una sonrisa su llegada a Argentina en 1976. «Yo vine 20 días antes del golpe militar. El 24 de marzo de 1976,» precisó, demostrando una memoria notable. Su primer destino fue la parroquia de la Inmaculada Concepción de Palo Santo. «Yo tenía 24 años, los 25 los cumplí en Palo Santo,» contó, describiendo el fuerte contraste cultural y climático que experimentó. «En España, Navidad es con nieve y frío, y aquí hace un calor espantoso. Ese choque, ¿verdad? Y me llamaba la atención tantas cosas.»
En esos primeros años, el joven sacerdote se sumergió en la vida de las comunidades. Trabajó incansablemente en el pueblo y las colonias aledañas, como Botrero Norte y Copoblanco, y en contacto directo con las comunidades originarias. Su siguiente destino fue Pirané, donde sirvió de 1977 a 1978 en la parroquia de Santa Rosa de Lima. Allí, también recorrió las colonias del sur, «a saber, Loma Senés, La Disciplina, Campo Rigonato, Palmar Grande,» y otras que hoy constituyen parte fundamental del territorio diocesano.
El llamado de la obediencia y la misión en la capital
A su regreso de un breve viaje a España, Monseñor Conejero se estableció definitivamente en Formosa a fines de 1978. Si bien su corazón misionero lo inclinaba a volver al interior provincial, su obispo de aquel entonces, Monseñor Sandrelli, le encomendó una nueva misión en la capital: la pastoral de las vocaciones y la catequesis. «Uno, pues, tiene que obedecer, eso es muy importante, en nuestro caso,» reflexionó el obispo, destacando la importancia de este trabajo para la diócesis. En ese momento, había un solo sacerdote diocesano, un desafío que Monseñor Conejero se propuso enfrentar con dedicación.
Este trabajo dio frutos, ya que Monseñor Conejero reveló con orgullo que, durante su episcopado, «me ha tocado ordenar a cuarenta y nueve sacerdotes,» una cifra que demuestra el crecimiento del clero diocesano.
En 1982, asumió un nuevo desafío al convertirse en el primer párroco de la recién creada parroquia de la Sagrada Familia, en lo que entonces se conocía como el Barrio Centenario. Nueve años después, dejó un legado de fe y construcción. Tras un período en Roma para especializarse en Teología Moral, regresó a Formosa. Fue nombrado Vicario General y sirvió en la parroquia de San Luis Rey, donde su labor dejó una huella imborrable.
Un obispo ‘constructor’ con un legado tangible e intangible
Durante la entrevista, uno de los conductores destacó las grandes obras materiales que Monseñor Conejero impulsó, a pesar de la humildad del obispo, quien se califica como «un sacerdote constructor, ladrillero.»
En el barrio Eva Perón, el entonces Padre Conejero inició la construcción del templo de la Sagrada Familia. «Funcionaba ya la Iglesia, pero no tenía bancos, no tenía ventanas, ni puertas,» recordó el conductor, subrayando que lo más importante para el Monseñor siempre fue la fe de los feligreses.
Entre las obras que llevan su impronta se encuentran la imponente Iglesia de San Luis Rey, el Obispado de Formosa, y el «Seminario Menor» que, por su magnitud, el conductor sugirió que podría ser llamado «Seminario Mayor.» Monseñor Conejero aclaró que se trata de la «Casa de Orientación Vocacional San José,» y expresó su anhelo de que un día se convierta en un «Seminario Misionero.»
Además, destacó la creación del Santuario de la Virgen del Puerto en Boca Riacho y su labor en la construcción de capillas en las zonas más humildes de la provincia.
Esperanza y misión: El futuro de un obispo emérito
Con 75 años a punto de cumplir en abril del próximo año, Monseñor Conejero se prepara para un nuevo capítulo en su vida. De acuerdo con el derecho canónico, deberá presentar su renuncia al Papa. «Obispo uno es siempre,» explicó, aclarando que pasará a ser obispo emérito.
Cuando se le preguntó sobre sus planes futuros, su respuesta fue, como siempre, guiada por la fe: «El Espíritu dirá. Yo estoy en las manos de Dios.» Su único deseo es seguir sirviendo a la Iglesia, «donde pueda ser más útil y pueda servir más y mejor, a la iglesia, a los pobres, y a la misión evangelizadora.»Su sueño más anhelado es ver un aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicas en Formosa, e incluso que la diócesis pueda enviar misioneros a otras partes del mundo. Mencionó su anhelo de que se establezca un Carmelo en la diócesis, una comunidad de monjas de vida contemplativa.
El obispo, que ha recorrido casi todos los países de América y ha visitado África y Europa, dejó en claro que la misión evangelizadora no conoce fronteras. Con la bendición de la audiencia y del equipo de producción, Monseñor Conejero concluyó la entrevista con un mensaje de esperanza, pidiendo que todos los formoseños se conviertan en «misioneros de esperanza.» Su visita al programa, según los conductores, fue «un regalo de Dios,» que permitió a los oyentes conocer en profundidad a un hombre que ha dedicado su vida al servicio de la fe y de la provincia de Formosa.