Los 10 principales gremios manejan un flujo anual que ronda los USD 685 millones, originado en descuentos obligatorios aplicados sobre el salario formal, también a trabajadores no afiliados. En pesos, esa recaudación supera ampliamente el billón de pesos por año. El dato surge del estudio de investigación “El poder sindical en Argentina: estructura, financiamiento y límites a la libertad del trabajador” realizado por el equipo de Zentrix Consultora, que expone la magnitud del financiamiento sindical compulsivo y revela un esquema de alta concentración, escasa transparencia y conducciones que se sostienen durante décadas gracias a este flujo permanente de recursos.
El estudio estima que este flujo de recursos proviene de trabajadores encuadrados en los principales convenios de actividad del país, encabezados por comercio, camioneros, construcción, sanidad, metalúrgicos, alimentación, transporte, bancarios, gastronómicos y luz y fuerza. En conjunto, estos sectores reúnen a cerca de tres millones de asalariados formales y generan una recaudación promedio equivalente a $327.000 por trabajador al año.
Se trata de aportes obligatorios fijados en convenios homologados hace décadas y que aún se mantienen vigentes, aplicados incluso a todos los trabajadores del sector, estén o no afiliados, lo que convierte al esquema en un recargo estructural sobre el empleo formal registrado.
En otras palabras, la investigación busca cuantificar cuánto le cuesta de manera compulsiva a cada trabajador sostener económicamente a un sindicato, independientemente de su voluntad de afiliarse o de reconocerse representado. Bajo este enfoque, se observan diferencias significativas entre convenios: un trabajador encuadrado en SMATA aporta $719.680 anuales; un chofer bajo el convenio de Camioneros, $509.340; y un empleado de Comercio, $345.480 por año.
La disparidad revela que no existe un criterio unificado: por la misma base imponible —el salario formal— los descuentos obligatorios varían drásticamente según el gremio. El resultado es un esquema parafiscal opaco, donde el monto que paga cada trabajador depende exclusivamente del convenio sectorial y de las decisiones del sindicato, no de reglas homogéneas o de mecanismos de control.
El informe también desagrega el peso financiero de cada gremio, revelando cifras que por sí solas describen la magnitud del sistema. Comercio encabeza la recaudación con más de USD 304,6 millones anuales, seguido por camioneros USD 79,5 millones, construcción con USD 65,7 millones, SMATA con USD 56,1 millones, Sanidad con USD 32,6 millones, metalúrgicos con USD 48,3 millones, gastronómicos USD 45,1 millones, alimentación USD 24,9 millones, La Bancaria con USD 16,9 millones, y Luz y Fuerza con USD 11,3 millones.
Todas estas cifras surgen exclusivamente de descuentos obligatorios previstos en convenios colectivos y aplicados de manera general a la totalidad de los trabajadores alcanzados, afiliados o no. Las cifras difundidas representan un piso conservador: el estudio solo cuantifica los aportes obligatorios estipulados en convenios colectivos, sin incluir ingresos por obras sociales, servicios ni otros circuitos paralelos de financiamiento sindical.
El cruce de estos números con la trayectoria de cada conducción gremial muestra un patrón uniforme: donde la recaudación es mayor, la alternancia prácticamente desaparece. En Comercio, Armando Cavalieri encabeza FAECyS desde 1986, con casi cuatro décadas en el cargo. En Camioneros, Hugo Moyano acumula más de treinta años de control sindical. En La Bancaria, Sergio Palazzo supera los quince años de liderazgo. En UOM, Abel Furlán continúa una tradición de conducciones prolongadas dentro de la metalurgia (el secretario anterior, Antonio Calo, estuvo 18 años, y su predecesor, Lorenzo Miguel, 32 años). En Gastronómicos (UTHGRA), Luis Barrionuevo mantiene más de tres décadas al frente del gremio. En conjunto, los diez sindicatos analizados administran fondos anuales equivalentes a 0,11% del PBI, bajo estructuras internas centralizadas, con mínima competencia electoral y escaso control sobre la gestión de esos recursos.
Un modelo sindical agotado
Argentina sostiene un modelo sindical que prácticamente no tiene equivalentes en el mundo desarrollado. La combinación de un sindicato único con personería por actividad, convenios colectivos con alcance erga omnes y aportes obligatorios aplicados incluso a trabajadores no afiliados configura un esquema institucional de excepcionalidad. En la práctica, el trabajador no puede elegir representación alternativa ni evitar los descuentos, aun cuando no adhiera al gremio. Esta arquitectura —construida a partir de la Ley 23.551 y reforzada por décadas de prácticas convencionales— garantiza a los grandes sindicatos un flujo asegurado de financiamiento y una posición dominante difícil de cuestionar desde dentro y casi imposible de competir desde fuera.
El contraste internacional subraya esta singularidad. En Europa continental, la cobertura de negociación supera en muchos casos el 70%, pero los aportes sindicales son voluntarios y descansan en la afiliación efectiva, con sistemas de check-off basados en consentimiento. En Estados Unidos, la Corte Suprema prohibió en 2018 los “agency fees” que obligaban a no afiliados a financiar representación. En Brasil, la reforma laboral de 2017 eliminó el impuesto sindical obligatorio, convirtiendo cualquier descuento en una contribución optativa. Frente a estos modelos, el caso argentino queda ubicado en el extremo más rígido: alta cobertura, baja competencia interna y financiamiento compulsivo generalizado.
Perdida de legitimidad social
En este marco, los datos del MOP de Zentrix (noviembre 2025) muestran una valoración mayoritariamente negativa: el 64% de la población declara tener una imagen negativa de los sindicatos, mientras que solo el 15,2% expresa una imagen positiva. La distancia entre representación formal y percepción ciudadana es amplia. La mayoría de la sociedad asocia a los gremios con estructuras cerradas, escasa transparencia y liderazgos que permanecen décadas en el poder, reforzando una lectura social de bajo control interno y alto grado de corporativismo.
La misma encuesta muestra que el 67,5% de los argentinos está a favor de transformar los aportes sindicales obligatorios en voluntarios, mientras que más del 82% no se opone a eliminar la obligatoriedad. La percepción dominante es que el sistema actual funciona como un descuento compulsivo sin control ni justificación clara, aplicado como un impuesto al trabajo, es decir una recaudación parafiscal cuyo destino es incierto. En este contexto, se entiende que crecientes sectores sociales demanden un esquema basado en consentimiento individual y mayor transparencia, como condición mínima para legitimar el financiamiento sindical.
Sobre el estudio
Los datos surgen de la investigación “El poder sindical en Argentina: estructura, financiamiento y límites a la libertad del trabajador” y del Monitor de Opinión Pública (MOP), ambos desarrollados por el equipo de Zentrix Consultora con el propósito de aportar al debate sobre la reforma laboral que se está llevando adelante en Argentina.
Sobre Zentrix Consultora
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