En una emotiva celebración de la Misa de Nochebuena este 24 de diciembre de 2025, el Obispo de Formosa instó a la comunidad a contrastar la violencia del mundo actual con el misterio del amor divino, bajo el lema de un nuevo año jubilar.
La Iglesia Catedral de Formosa se vistió de gala y devoción para recibir la Navidad. En una ceremonia marcada por la calidez de los fieles y la solemnidad del rito, Monseñor José Vicente Conejero encabezó la Misa de Nochebuena, ofreciendo una homilía que navegó entre la reflexión teológica y la cruda realidad social que atraviesa el mundo contemporáneo.
El Misterio del Amor de Dios: Un Dios que se hace pobre
Desde el inicio de su alocución, el Obispo centró el mensaje en la esencia del festejo cristiano: el amor incondicional del Creador. Recordando las palabras del Evangelio, resaltó que la motivación principal de esta festividad es la entrega absoluta de la divinidad a la humanidad.
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra al pan, a los hombres amados por él. Queridos hermanos, este es el mensaje de la Navidad. Empezamos celebrando ya está santísima noche y el día de mañana», expresó con firmeza el prelado.
Haciendo una analogía con el amor terrenal, Conejero explicó que la magnitud del sacrificio divino se comprende a través de la paternidad: «Tanto amor Dios al mundo que nos envió a su Hijo, unigénito. Ustedes muchos son padres y madres y seguramente experimentan que el amor más grande que puede tener un padre o una madre, pues es que el amor del Padre es tan grande hacia vosotros que nos envió a su propio Hijo, unigénito».
La Humildad frente al Espectáculo del Mundo
Uno de los puntos más profundos de la homilía fue el contraste entre el poder del «Creador de cuanto existe» y la sencillez de su nacimiento. Monseñor destacó la figura de la Sagrada Familia, mencionando a María como la seguidora del Señor y a José como el hombre justo que obedeció la voluntad divina.
El Obispo subrayó la naturaleza «anonadada» de Cristo, quien, siendo el Todopoderoso, decidió nacer en la precariedad para estar cerca de todos. «Siendo el Todopoderoso, el Creador de cuando existe, nace en la pobreza y en tu edad, en el cristológico y en la carga de la vivencia adorante. Cuando nos habla de Jesucristo el Hijo de Dios, que se anonadó a sí mismo, tomó la condición de ser un esclavo», recordó a los presentes.
El Contraste con la Realidad: Violencia vs. Salvación
Monseñor Conejero no evitó tocar los temas que afligen a la sociedad actual. Fue crítico al observar que los deseos de paz suelen chocar con una realidad marcada por el conflicto y la inseguridad.
«La gloria de Dios en el cielo y en la tierra a los amados por Dios, contrastan realmente con la realidad del mundo presente. En lugar de paz, hay guerras. En lugar de vivir social y político, hay cuantas realidades que realmente contrastan, que son tan opuestas a la voluntad de Dios», lamentó el prelado, agregando que actualmente «hay mucha violencia, robos, agresiones».
Ante este panorama, hizo un llamado a evitar el juicio apresurado y la condena hacia el prójimo, siguiendo las enseñanzas del Apóstol San Pablo. «Por eso estamos llamados a no juzgar ni a condenar. El apóstol San Pablo… nos exhorta también a no condenar, a no juzgar. La esperanza es la encomienda de Dios, que viene, que salva, que libera, que aprende, que devuelve la alegría que les ha sido dado».
Solidaridad con el Sufrimiento y el Nuevo Lema Pastoral
En un momento de profunda sensibilidad, el Obispo se refirió al dolor de quienes han perdido seres queridos en circunstancias trágicas, integrando ese sufrimiento al acto de adoración al Niño Dios.
«Y sentimos, sentimos el dolor y el sufrimiento de personas más asesinadas, porque toda muerte, pues, pero siempre en la esperanza, la paz con el Señor… hoy cuando adoremos al niño Dios, lo solidarizamos con todos aquellos que sufren», afirmó.
Hacia el final de la misa, se recordó el camino sinodal que la Iglesia viene transitando desde 2020 y se presentó el lema que guiará a la comunidad en el próximo año: «el común de peregrinos de esperanza para alcanzar la misericordia del Padre, la paz de Jesucristo, ese infinito de la paz, ¿sabes? Y el amor del Espíritu Santo».
Un Llamado a la Alegría y la Verdad
La celebración concluyó con una invitación a la alegría espiritual y al compromiso de permanecer en el amor de Dios, el cual fue reconocido formalmente el pasado 8 de julio como la fuente de luz para la vida del creyente.
«Alégrense del Señor, porque seguramente dijera Dios que sacrificemos la verdad, la paz. Y que los pastores, unidos a María, a José, unidos a los ángeles del cielo, podamos cantar y proclamar, pero sintiéndolo profundamente, Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres y a las mujeres», finalizó Monseñor, mientras las campanas de la Catedral anunciaban formalmente la llegada de la Navidad.
