La Catedral de Formosa se vistió de fiesta este domingo 28 de diciembre de 2025. La celebración de la misa de las 8:00 hs no fue una más en el calendario: representó la culminación de un ciclo de gracia para la comunidad católica con la clausura del Año Santo Jubilar de la Esperanza. Bajo la presidencia de Monseñor Conejero Gallego, la homilía se transformó en un manifiesto en defensa de la familia tradicional, el cuidado de los ancianos y la reconciliación social.
El júbilo de una comunidad en camino: Clausura del Año de la Esperanza
El inicio de la celebración estuvo marcado por un clima de gratitud. Monseñor comenzó resaltando la masiva concurrencia de fieles que acompañaron este proceso espiritual. Para la Iglesia local, el cierre del Año Jubilar representa un balance positivo sobre la fe y la resiliencia de los formoseños.
“Con mucho gozo y alegría, y también con una muy buena participación, clausuramos ayer el año santo jubilar, año de la esperanza, y ya celebrando la misa de la Sagrada Familia, fiesta que hoy celebramos, que no es de importancia menor el que haya coincidido la clausura de este año con esta fiesta tan importante para nosotros los cristianos”, destacó el Obispo, vinculando directamente la esperanza cristiana con el núcleo familiar.
La familia como diseño divino y primera institución
Con una base teológica firme, el prelado explicó que la familia no es un invento humano, sino una revelación de la naturaleza de Dios. En su discurso, recordó que la estructura de Padre, Hijo y Espíritu Santo se refleja en la unión del hombre y la mujer desde los orígenes de la humanidad.
“Dios es amor, Dios es familia, es comunidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y desde el comienzo ya, en la antigua alianza, Dios nos revela y nos comunica la importancia de la familia, que es la institución primera y primaria. Dios creó al hombre, varón y mujer para que vivieran unidos y también multiplicaran con su descendencia y poblaran la tierra, siempre a imagen del mismo Dios”, enfatizó Monseñor, remarcando el mandato bíblico de la multiplicación y la unión indisoluble.
Controversia y firmeza: Crítica a las ideologías contemporáneas
Uno de los momentos de mayor tensión y firmeza en la homilía fue cuando Monseñor abordó las transformaciones legales y sociales que afectan la definición tradicional de familia. El Obispo no dudó en calificar como un retroceso a las corrientes que equiparan otras formas de unión con el matrimonio religioso.
“Hay ideologías y tendencias filosóficas contrarias al designio y al proyecto de Dios, y llaman familia a dos varones que se juntan, a dos mujeres, y que incluso alegan el derecho de adoptar hijos. Es una barbaridad eso, no es ningún derecho, es un retroceso, por lo menos para aquellos que tenemos fe y sentido común, sentido común”, sentenció, apelando tanto a la doctrina como a la lógica natural para sostener su postura.
Nazaret: El icono frente a los engaños del mundo
Para el prelado, la respuesta a la confusión actual reside en contemplar la humildad de Nazaret. Describió a la Sagrada Familia como la antítesis del orgullo y la ignorancia en la que, a su juicio, cae el hombre cuando se desvía de la fe.
“Jesús, luz del mundo, vida, que ha venido a salvarnos, a redimirnos. Él es la verdad para salir de los engaños, de la ignorancia en la que a veces el hombre descarriado se empeña y trata de justificar. Jesús es el Salvador”, recordó a los presentes. Asimismo, dedicó palabras de admiración a la Virgen María: “En ella todo es hermosura, belleza, es amor, es intercesión, ternura como una buena madre”; y a San José, a quien definió como un hombre “fiel, justo, laborioso, que cumple la voluntad de Dios, custodiando, cuidando tanto a su esposa como al Hijo de Dios”.
Un llamado de atención social: El drama del abandono de los ancianos
Monseñor Conejero Gallego utilizó el espacio del púlpito para realizar una denuncia social sobre una realidad dolorosa: la soledad de los adultos mayores. Basándose en la primera lectura sobre el honor a los padres, criticó la cultura del descarte que prioriza el ocio personal sobre el cuidado de quienes dieron la vida.
“Es la primera bendición que recibe el hombre cuando obedece, y no es rebelde, y honra al padre y a la madre. Igual de aquel que en la vejez de los padres los abandona. Es un mal muy grande. Y esto lo vemos con frecuencia. A veces sí por necesidad de distancia o de lugares, pero otras veces internan a los padres ancianos y no van ni a visitarlos, ni cuidan de ellos. Esa es una realidad. Están más preocupados de su diversión y de sus vacaciones que de cuidar a los padres que han dado la vida por ellos”, lamentó, instando a una profunda corrección en la conducta de la sociedad actual.
Consejos para la vida doméstica: Contra la «argelería» y la rebeldía
En un tono más pastoral y cercano, el Obispo desglosó las cartas de San Pablo para ofrecer consejos prácticos de convivencia. No evitó usar términos del habla popular paraguaya y del noreste argentino para conectar con la realidad de los hogares.
Exhortó a los maridos a ser cariñosos: “No les hagan sufrir, no sean argeles, como diríamos en un lenguaje popular, porque a veces argelan”. De igual manera, pidió a las mujeres respeto y docilidad hacia el esposo. Sobre la juventud, se refirió con humor pero firmeza a la “edad del pavo”, pidiendo que los hijos “no sean rebeldes, ni cabezudos, obedezcan a sus padres”, pero advirtiendo también a los progenitores que no deben exasperar a sus hijos, sino educarlos con moderación.
Resiliencia ante la crisis: El ejemplo de Egipto
Finalmente, el mensaje se centró en la capacidad de superar adversidades. Al recordar la huida a Egipto, Monseñor trazó un paralelismo con las dificultades económicas y laborales que atraviesan muchas familias hoy.
“La familia de Nazaret tuvo que soportar problemas, adversidades, dificultades, como toda familia, propia de este tiempo de peregrinación. Por dos veces escuchamos ese imperativo, levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto. José obedece, es fiel”.
Concluyó recordando que el Concilio Vaticano II, a 60 años de su clausura en este 2025, sigue siendo la brújula para valorar el matrimonio y animó a los padres a no obstaculizar las vocaciones religiosas de sus hijos. Su bendición final fue un llamado a la paz: “Cuando uno confía en el Señor, hay perdón de manera permanente, como actitud se encuentra la paz, y esto es motivo para que demos gracias a Dios. Jesús, María y José intercedan por nosotros”.
